El regreso del ganado ejemplifica lo mejor en gestión forestal sostenible

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

José Manuel Casal

Los vecinos de Montecelos tienen 55 animales en el terreno recuperado

19 oct 2015 . Actualizado a las 13:24 h.

Empezaron en el 2009 con ocho hembras, incorporaron cinco más y un macho poco después y hoy día tienen 55 cabezas, entre ellas terneros y bueyes castrados, que convierten el monte de Montecelos, recién devuelto por la Xunta a los vecinos en un paraje de cuento y en uno de los mejores ejemplos de gestión forestal sostenible.

Según explica Manuel Mouzo, el presidente de la mancomunidad, los animales «axudan ao desbroce» de sus plantaciones de pinos y también algunos castaños, al tiempo que van formando una manada, que también repercute, aunque tímidamente en las economías familiares.

Pese a que solo tienen subvención por las primeras vacas de raza vianesa, ya que luego llegó la crisis y se cortaron esas ayudas, la población del monte con bovinos se ha convertido en un factor importante de unión vecinal.

«Facemos unha pulpada todos os anos e, ademais, como lles botamos palla e fariña de millo, todas as semanas vai alguén arriba, o monte está vixiado e non arde -bueno, queimouse unha parte moi pequena-, cando antes había lume cada dous ou tres anos», señala el presidente vecinal, que explica también como se reparten el ganado: «Como estamos facendo manada case que non matamos ningunha femia e os becerros, máis ou menos, toca un cuarto por familia cada ano», que no es mucho, pero sí de una calidad excepcional y, además, fruto del esfuerzo colectivo.

Aunque este ejemplo resulta especialmente significativo no es el único que hay en la zona. De hecho, en la zona que no está cerrada de los vecinos de Montecelos y en la que corresponde a los de Cures y Mouzo, que también acaban de recuperar la titularidad, se crían las yeguas y los potros de la asociación caballar de la zona, que contribuyen igualmente a esa tarea de mantener los montes limpios, para que crezcan las plantaciones y se limiten los incendios.

Otro de esos casos es el de monte de Banle, entre Ameixenda y Gures, en Cee, donde también hay caballos y un propietario particular tiene una manada importante de vacas.

Conoce bien todo ese entorno el geógrafo dumbriés Modesto García Quintáns, que recuerda todos los conflictos que hubo con los deslindes también en la zona de O Ézaro y cita microtopónimos que dan una medida clara de lo que fue la historia del pastoreo en la zona o de la tenencia de yeguas salvajes, algo que todavía mantienen algunos vecinos de San Cremenzo.

«No Alto da Pena hai un terreo que se chama Prado do Lobo no que aínda se poden ver parte dos muros feitos no seu día precisamente para iso, para coller os lobos, aos que lle puñan unha ovella ou cabra enferma como cebo para que entrasen no pechado e non saísen», explica este apasionado de la etnografía y la vida natural, que data el declive del pastoreo en los años 20-30 con la rendición de los foros. «A xente estaba toda contenta porque tiña a súa propiedade e iso hoxe demostrase que non valeu para nada, que só trouxo abandono», señala García Quintáns, que también tiene en cuenta las políticas forestales del franquismo, o el desarrollo de la pesca con las ayudas a las embarcaciones de motor, que hicieron que, en zonas como Fisterra, por ejemplo, se dejase de lado el monte.