La tierra tiembla por Santa María das Areas

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

FISTERRA

11 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Visconti cuenta en su película neorrealista La tierra tiembla una especie de revolución en un pequeño pueblo marinero siciliano. Imágenes y hechos que, a la fuerza, llevan la mente al transcurrir de la vida en otros tiempos y en la actualidad en varias localidades de la Costa da Morte. Aunque por otros motivos, la tierra también tembló el viernes en Fisterra, y toda la semana. Anteayer se detectó un pequeño terremoto de 3,2 grados que se llegó a percibir en varios puntos de la comarca. Lo típico en estas circunstancias: los platos y las copas en el aparador, las lámparas, las galerías del balcón y demás ornamentos hogareños delatan el movimiento del suelo y los más sensibles pueden llegar a asustarse en un instante. La mayoría ni lo ha percibido. El terremoto en Fisterra se ha sentido en otros ámbitos, sobre todo al propagarse por las redes sociales la imagen del interior del templo parroquial con los arcos interiores pintados de azul claro aguamarina. El temblor se ha percibido incluso en la distancia. Después de la revuelta en Muxía por la restauración del santuario de A Barca, que a punto ha estado de deprimir a quienes intervinieron en ella, en la otra villa xacobea, la pata que ha sostenido durante decenios el último paso del Camiño de Santiago, se puede esperar una reacción igual o peor, con resonancias apocalípticas. Fisterra siempre ha sido un pueblo apasionado, donde ni los más inocentes actos cotidianos pasan desapercibidos. De ahí su grandeza, junto con su situación geográfica. Igual uno lleva a lo otro, un pueblo que siempre ha figurado en la historia con letras gruesas y fue escenario de grandes obras literarias y leyendas. Aquí todo se juzga: incluso George Borrow, el inglés vendedor de biblias, salvó el gaznate de milagro. Nunca se sabe dónde puede acabar la furia de un pueblo molesto por el resultado de las obras de restauración de su joya arquitectónica. Mismo ateos, agnósticos y nada practicantes han puesto el grito en el cielo para pedir justicia divina ante tamaña afrenta. Ni siquiera la gloria del autor de la supuesta desfeita, un arquitecto cansado de recibir galardones y que posiblemente no tenga paredes suficientes para colgar los laureles, ha excusado los más hirientes comentarios. Hoy, sin embargo, es el gran día. La prueba del algodón. Fisterra entera, seguramente para goce del oficiante, podrá ver en la misa grande el resultado de la obra que tanta polémica ha suscitado. O amaina el terremoto definitivamente o el movimiento sísmico se agrava sin remedio. En este caso, alguna autoridad puede ver como el suelo desaparece bajo sus pies. No obstante, conviene tener claras las cosas. Si el experimento realizado en el templo de Santa María das Areas está basado en razones científicas, históricas y arquitectónicas de peso solo caben las opiniones ante el resultado. Si este es fruto del capricho y el ego artístico de quien dirigió la actuación, habría que pasar al terreno de las responsabilidades. Las intervenciones en un monumento histórico como la iglesia fisterrana han de ser sopesadas, bien estudiadas, analizadas y consensuadas por quien encarga los trabajos, quien los ejecuta, los representantes del arzobispado y Patrimonio. Se supone que estas actuaciones están debidamente informadas y respaldadas por quien ha de velar por la conservación y protección de las construcciones de gran valor y la importancia de unos muros que arrancan del siglo XII y ha sido lugar de acogida de peregrinos durante siglos. Aunque igual es mucho suponer.

El teatro entra en escena

No cabe duda de que Carballo ha ido cogiendo músculo en los últimos decenios. Gracias, fundamentalmente, al conjunto de la sociedad, que ha ido empujando múltiples iniciativas interesantes en los más variados ámbitos. Una especie de inercia que parece tender hacia la superación de lo que diferencia y aunar esfuerzos en lo que une. Cuando se miran más las posibilidades que las pegas, el avance, aunque sea lento, será real. 

   Estos días la capital de Bergantiños se ha sumergido en el mundo de las ilusiones. El teatro levantó el telón para dar vida a otras realidades, o a las mismas, pero disfrazadas de otro modo. Carballo se ha convertido con el paso de los años, y ya van 24, en uno de los pilares fundamentales del teatro en Galicia. Una meca de ineludible peregrinación anual para los amantes de este arte. Tiene mucho valor, pero el gran mérito no está solo en traer al Pazo da Cultura espectáculos de primer nivel, en haber convertido el auditorio de la vieja braña carballesa en las tablas que pisan actores de gran prestigio, sino en haber sabido implicar poco a poco a toda la sociedad en este fenómeno. Cuanto más enraíce un arte en lo más profundo de un pueblo, más difícil será desterrarlo. Los que lo han conseguido y sigan trabajando en ello tendrán en su momento la gloria merecida. De momento, felicitarlos.