Costa da Morte y el Corcubión de 1909

Luis Lamela

FISTERRA

El corcubionés Antonio Díaz Novo. A la derecha, panorámica histórica de A Viña.
El corcubionés Antonio Díaz Novo. A la derecha, panorámica histórica de A Viña.

Díaz Novo usó en 1909 el topónimo que, con el tiempo, definiría a la zona

01 sep 2015 . Actualizado a las 12:56 h.

Según varias investigaciones publicadas, el macrotopónimo Costa de la Muerte apareció en los primeros años del siglo XX. Al parecer fue el periódico coruñés El Noroeste quien utilizó por vez primera este calificativo en una noticia sobre un naufragio ocurrido en enero de 1905, utilizándolo también otros medios en meses posteriores como fueron el Heraldo de Madrid y El Imparcial, los dos de la capital de España. A partir de ese momento se fue convirtiendo en un tanto popular, y también peyorativo, entre las gentes foráneas, pero silenciándose o rechazándose por los propios habitantes de este litoral por lo que encerraba de acusación implícita y explícita, de piratas, raqueros, groseros e incultos, menospreciando a todos los que vivían en esta franja costera.

Pocos años más tarde fue la escritora y viajera inglesa, Annette Meakin, la que literaturizó la expresión o el término en inglés, coast of death, en un libro de viajes publicado en Inglaterra en el año 1909: «...los marineros -ya- le llamaban costa de la muerte», sin clarificar si los que lo utilizaban eran los propios marineros habitantes de la zona o los de otras latitudes, principalmente ingleses que navegaban por nuestros mares, inclinándome por esta última tesis: los ingleses temían remontar el Cabo Fisterra por la gran cantidad de barcos que en estas costas perdían.

No obstante el rechazo generalizado a esta designación de Costa de la Muerte por parte de los habitantes de este litoral, paralelamente a la publicación del libro de Annette Meakin apareció el 28 de marzo de 1909 en el periódico Nova Galicia de Buenos Aires, un artículo firmado por GRIFBANER -seudónimo que corresponde al corcubionés Antonio Díaz Novo- escrito durante el inicio de su viaje para la emigración a la Argentina, a una edad bastante temprana -alrededor de los 18 años-, denominándola también como «costa de la muerte», documento de indudable interés que aprovechamos hoy para conocer un poco más nuestra historia local, la historia económico-social de la época de oro de Corcubión:

«El vapor que nos conducía, entraba en el puerto a proveerse de carbón y su aguda quilla, hendía la tersa superficie del mar. La brisa en extremo suave, apenas rizaba las azuladas ondas con gran descontento de un amigo y compañero de viaje, exagerado cultor del gongorismo y por lo tanto con ribetes de poeta modernista, que no concebía que en la costa de la muerte las olas no estuviesen revestidas perpetuamente del blanco penacho que tanto encanta a la gente forjada con el temple selecto del arte. A nuestro lado un lobo de mar familiarizado con los elementos, entre grandes bocanadas de humo que escapaban de su tosca pipa y con su voz pausada y grave entonación nos describía a grandes rasgos, la coqueta población que se retrataba en sus olas.

-Ese monte que parece desflorar el azul inmaculado de su cielo, es El Pindo... (...) A su derecha -prosiguió el marino- la Ameijenda y Brens y en frente la villa de Cée engalanada con su iglesia y su colegio. La prosperidad de Corcubión es muy reciente: su mejoramiento data apenas de seis años y ha ido por la senda del progreso con celeridad pasmosa: contaba con suficientes recursos materiales y como lógica consecuencia abrióse bien pronto paso allanando dificultades sin cuento... (...) La construcción de la carretera que une a Coruña, Corcubión y Finisterre ha sido felizmente terminada y es esa que tenemos a nuestra izquierda simulando una gigantesca serpiente que se desliza cautelosa entre un follaje exuberante y una espléndida vegetación, contenida, al parecer, por esa muralla que la guarnece y defiende contra los embates de las olas cuando Neptuno enseña sus fauces dilatadas por la borrasca...(...).

-Pero -objeté yo-: ¿Qué circunstancias importantes han mediado para iniciar su marcha evolutiva y triunfal? ¿Quiénes fueron sus benefactores principales?

-Corcubión debe, en cierto modo, su relativo bienestar a D. Manuel Miñones Barros; hombre de grandes iniciativas. Contando con grandes recursos pone en juego su notoria y poderosa influencia para conseguir, para un pueblo que no es el suyo natal, toda clase de mejoras, que corroborarán la naciente fama adquirida a expensas de su propio valer, como pueblo ilustrado y progresista. A él se debe la empresa de coches que comunica a Corcubión con la Coruña; luego la de automóviles y dícese que merced a él, se debe el estudio por los ingenieros de un gran muelle próximo a efectuarse y la instalación de aguas corrientes con nuevas fuentes y cañerías y el proyecto de un matadero higiénico y moderno. Es digno también de encomio por las gestiones que está practicando de común acuerdo con la Cámara de Comercio de La Coruña para incluir entre la serie de ferrocarriles estratégicos, el de Coruña, Carballo, Santiago y Corcubión. Cuenta al efecto con la cooperación del Marqués de Figueroa, ministro de Gracia y Justicia y del ex ministro de Fomento Sr. Gaset; por lo tanto todo hace preveer un feliz resultado en sus gestiones que no descuida un solo momento, pues además de atender su casa de banca, es corresponsal del banco de España, del Hispano Americano y otras entidades financieras, representante de la Tabacalera y de varias empresas marítimas y terrestres y vice cónsul alemán... (...)

-Ese artístico muelle que desde aquí se divisa con sus grúas y cabrestantes sirve para la carga y descarga de acero, hierro y otros minerales procedentes de salvamento de buques náufragos; industria explotada hábilmente por D. José González -Cereijo-, naviero importante y hombre eminentemente práctico que ocupa a una legión de marineros trabajadores y buzos, beneficiando grandemente a su pueblo natal.

-¿Y qué otras industrias contribuyen al florecimiento del pueblo?

-La pesquera, las fábricas de conserva y salazón y las puntillas y los encajes tan famosos en España y Ultramar.

En este punto de la conversación, el vapor que se había provisto ya de carbón, al costado de un pontón abarrotado de hulla, viró en redondo y como despedida al pueblo hermoso que dejamos atrás, lanzó su sirena un estridente chillido, mientras que desaparecían de nuestra vista, aldeas y pinares pintorescos... (Ría de Arosa, 23 de febrero de 1909)».

Como hemos podido ver, Antonio Díaz Novo, el joven corcubionés que emigraba, describe al Corcubión de su época como un pueblo dinámico a pesar de tener que buscarse la vida en un país muy lejano. Pocos años después, asentado en la emigración argentina, él fue uno de los cofundadores y presidente de la Sociedad ABC del Partido Judicial de Corcubión», en Buenos Aires, y director durante muchos años de la revista Alborada. Un hombre que, desde el destierro económico, luchó siempre por esta franja costera que denominó, ya a principios de 1909, Costa da Morte.

Sí, la marca que otros envidian.