Otro espejo para el Cabo Fisterra

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

FISTERRA

«Donde la Tierra se acaba y el mar comienza», detalla un monolito desde 1979.
«Donde la Tierra se acaba y el mar comienza», detalla un monolito desde 1979. fotos: s. g.< / span>

El Concello fisterrán tiene ejemplos de gestión en la Bretaña y Portugal

04 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El nuevo gobierno local de Fisterra anunciaba hace unos días que pretende recuperar la gestión directa del faro dentro del desarrollo del plan del Monte do Cabo, que tiene su propia ruta a seguir, aunque va lento y retrasado. La ordenación está diseñada y hay que llevarla a la práctica. Además de las normas, uno de los aspectos que se pueden tener en cuenta es lo que hacen en otras fisterras europeas. La referencia habitual es el Pointe du Raz, en el municipio de Plogoff, comarca de Cap Sizun, en el departamento bretón del Finisterre. No es mal ejemplo: recibe unos 800.000 visitantes al año y es un modelo de respeto al entorno y de atención al visitante, que debe pagar por aparcar.

Pero también el Cabo da Roca, en Portugal, el punto más occidental de la Europa continental, tiene aspectos en los que Fisterra puede rascar. La gallega, eso sí, le gana a los otros en historia, tradiciones, importancia de las peregrinaciones o desarrollo de la arquitectura religiosa. Pero no en el aprovechamiento turístico y en el día a día administrativo.

Por ejemplo, en atención al visitante o en venta de productos específicos relacionados con el punto. En escenificación: «Eis aqui, quase cume da cabeça de Europa toda, o reino lusitano, onde a Terra se acaba, e o mar começa» es la frase de Camões que da la bienvenida. Otros prefieren hacerse fotos en el monolito (instalado en el 79) que presume de lugar y da las coordenadas: por momentos hay colas para conseguirla, como en tantos lugares geográficos relevantes (la línea de Greenwich, por ejemplo). Por once euros es posible llevarse a casa un certificado que acredita haber estado «onde a Terra se acaba e o mar começa». Y a veces también hay cola. No de vehículos debido a autobuses que colapsan, porque tienen su propio espacio para aparcar en cuantía suficiente, salvo tal vez alguna jornada de fiesta especial. También los turismos, y no hay que pagar por ello, lo que se agradece. Ya se deja uno bastantes euros por cualquier artículo o bebida que se pueden adquirir en un inmueble anexo, más abajo del faro, que no tiene el empaque poderoso del Fisterra: esa costa rectilínea, a pesar de la nariz accidental, no tiene nada que ver con la recortada de la Costa da Morte y sus giros marinos históricos, aunque sí le gana en altitud al vértice gallego: 140 metros sobre el nivel del mar. Por doquier aparecen placas y monolitos (la del Rotary Club es inevitable) de colectivos ufanos por haber pasado por allí, algo de lo que Fisterra tampoco tiene nada que envidiar. Ni tampoco en la presencia internacional: a cada paso, los idiomas cambian. Como el viento.

en el cabo da roca

En pleno parque natural de Sintra-Cascais

Al igual que en la Bretaña francesa, no solo vale con mirar al mar y sorprenderse. Todo el entorno forma parte del parque natural de Sintra-Cascais, con un importante patrimonio natural (flora y fauna) y una red de senderos bien delimitados que permiten descubrirlo con tranquilidad. Incluso hallar también alguna edificación próxima que, con la ley española de Costas en mano, nunca se habría podido llevar a cabo.

En el Cabo da Roca presumen de Sintra, Patrimonio de la Humanidad, una de las ciudades más bellas de Portugal. De su Promontorium Magnum, como lo apelaron los romanos. Podrían hacerlo hasta de los islotes inferiores, que evocan el Centolo, o los salientes del norte, una especie de Nave con aires de Catedrais, como las de Ribadeo. En esta época quedan tojos en flor, y mucha, demasiada, uña de gato. Tanta, que hasta se olvida de que es invasora, sobre todo cuando florecen, creando un colchón rosáceo en buena parte de la zona.

Las bondades de unos y otros fisterras podrían aprovecharse mejor si algún día cristaliza la tan anunciada red europea.