Del taller de costura, al de ruedas

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CORISTANCO

ANA GARCÍA

Es de las pocas mujeres de la zona que llevan años en el sector, y ahora se jubila

02 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En la actualidad, o más bien desde hace tiempo, ya no sorprende ver a mujeres en trabajos que tradicionalmente desempeñaban los hombres. Los talleres son uno de los muchos ejemplos. No sorprende, pero, las cosas como son, tampoco hay demasiadas. Y si eso pasa hoy en día, no cuesta imaginar cómo sería el panorama hace 37 años, por un lado, o 20, por otro.

Las dos cifras no son aleatorias. Hace 37 años que Mari Carmen Facal Santos comenzó a ayudar (y a aprender) a su marido en el negocio familiar, Neumáticos Puga, en Coristanco. En concreto, en San Paio, a pocos metros del cruce hacia Santa Comba, en plena AC-552. Y también a escasísima distancia del límite con San Roque, que pertenece ya a la parroquia de Traba, aunque comúnmente todo se engloba en Coristanco (que realmente es un lugar de San Paio y da nombre al municipio). Los de los 20 años fue el siguiente gran salto: fue en 1996 cuando se hizo profesional a todos los efectos, como autónoma. Y si había que atender en solitario el negocio y resolver cualquier avería, pinchazo o contingencia relacionada con las dos ruedas, pues se resolvía. Así ha pasado muchísimas veces, y además es lo normal cuando se es profesional de algo.

Mari Carmen tiene 64 años y está a punto de jubilarse. Técnicamente, el día 31 de este mes. A lo mejor también cierra el taller, ya se verá. Desde que se jubiló su esposo, un cuñado también participa en el trabajo diario. Es por tanto un buen momento para echar la vista atrás, de los comienzos, de cuando no había mujeres que se atreviesen a lo mismo. No hay que engañarse: las ruedas, como otros oficios, requieren cierta fuerza física, sobre todo la de camiones o tractores. Ella lo desmitifica: «Todo é poñerlle idea». La maña, la práctica. El cambio, al principio, fue brusco. Era costurera, así que tuvo que pasar del taller de la máquina de coser a las de las ruedas. Hubo más dificultades, como «algo de machismo» en los primeros años, allá a finales de los setenta o principios de los ochenta. «Algún había que me dicía que ocupaba o posto dun home. Pero tamén había xente encantadora. Viaxantes que comentaban que nunca viran unha muller neste posto. E moitos que me querían axudar. Xa é curioso, porque agora son eu a que a teño que pedir, xa non a ofrecen», comenta entre risas. Es también una señal de cómo han cambiado los tiempos y las actitudes, migrando hacia la normalidad.

Recuerdos hay muchos. Como aquella ocasión en la que se quedó sola, por primera vez, en el taller. Llegó un cliente, además de un taller muy reconocido, y le pidió que le arreglase una rueda. Tras los primeros temores, lo hizo bien y el visitante quedó encantado. Son esas cosas (nombres incluidos) que ya no se olvidan.

También han variado los hábitos. «Antes montábanse menos rodas que agora», señala. Y al respecto de si se cuidan más o menos, no lo tiene claro: «Hai de todo».

El taller no es solo fuerza física y trabajo cansino. Es relacionarse con mucha gente. «Ganei en comunicación», recuerda Mari Carmen. Cosía en casa, en soledad, prenda tras prenda casi aislada, nada que ver con un negocio en el que constantemente hay que hablar con multitud de clientes. «A min encantábame iso, falar coa xente», reconoce. También hoy, pero ahora la perspectiva es diferente. La cuestión social no se relaciona únicamente con su taller, sino que esta empresaria lleva muchos años siendo parte determinante de la asociación de vecinos de San Paio, en fiestas o actividades. No hace falta ser presidente o presidenta para echarle horas, y organizar desde celebraciones por las bodas de oro de vecinos de la parroquia hasta actuaciones musicales. Es otra manera de que el lugar en el que vives siga rodando.