El Mercado abre Corcubión al mundo

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA

CORCUBIÓN

26 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Nunca tantos ingleses e alemáns vin. É moi complicado dar unha cifra, pero penso que puideron pasar por Corcubión en toda a fin de semana unas 30.000 persoas; moitísimas máis que o ano pasado iso seguro». Así resumía ayer el presidente de la organización del Mercado Medieval Costa da Morte, José Ramón Piñeiro, la edición de este año en la mayor feria de recreación histórica de la comarca.

La climatología se puso del lado de la celebración, sin lluvia salvo en los momentos iniciales y también sin un calor excesivo que barriese a la gente hacia las playas. Aunque el arranque de las jornadas se resistía, a medida que se iba acercando el mediodía, tanto el sábado como el domingo, la villa pasaba a convertirse en un auténtico hervidero, al punto de que algunos de los puestos no echaron el cierre hasta las cinco de la madrugada de ayer.

Esa creciente internacionalización de la fiesta evidencia que el Mercado cada vez se conoce más fuera y que hay incluso quien se programa las vacaciones de manera específica para coincidir con la medieval de Corcubión, como explicaban el sábado por la noche un grupo de jóvenes canarios, que participaban en la fiesta con amigos locales que los acogieron en su casa.

En cuanto a la programación de espectáculos, sobre lo que cada cuál tiene su opinión más o menos formada, los portugueses de Al-Medievo seguramente merezcan una mención especial, por la autenticidad y el afán cuasi investigador de su música, recuperando y reinterpretando piezas fechadas desde el siglo XIII. Jabardeus nunca falla en Corcubión, donde son ya como del pueblo; para contagiar el ritmo a la calle nada mejor que los tambores valencianos y la coral aportó un punto diferente a la edición de este año.

Las mayores críticas, como siempre, las recibió el Desembarco, que pese a haberse desarrollado de manera correcta y con un seguimiento espectacular de público en todo el arco que forma el pueblo sobre el mar, el espacio se antojaba demasiado grande para atender a la interpretación con detalle desde el paseo, por lo que los actores se veían en exceso desperdigados, con los habituales problemas que genera el muro de la playa para que el sonido llegue con claridad a todo el mundo.

El resto de peros que se le pueden poner son los de siempre en este tipo de citas y comunes a cuantas se llevan a cabo en el país: productos fuera de lugar y con precios excesivos y una gastronomía más que discreta de no ser por los negocios locales. En cualquier caso, la suma final da un resultado más que positivo y la idea no es otra que seguir mejorando en el ya avanzado camino a la excelencia.