Es solo un tramo. Sí, de apenas 25,5 kilómetros de longitud y un corredor de 2,2, pero la denominada autovía Costa da Morte en nada se parece a la AG-55 y mucho menos a la AC-552. Es un vial en el que, por suerte para sus futuros usuarios, predominan las grandes rectas y los escasos desniveles (en torno al 5 % en el peor de los casos).
Este sábado se cubrió el recorrido entre Carballo y Baio. La entrada de la autovía se sitúa a la altura del kilómetro 35 de la autopista AG-55.
Desde que arranca el todoterreno, conducido por el jefe de construcción, Germán Galindo Canales, uno tiene la sensación de que está ante una carretera diferente a lo que se suele ver en Galicia. Llama la atención, para empezar, la amplitud de los carriles y arcenes y la sensación de que llevan un aglomerado diferente, con una capa final que facilita el drenaje del agua.
Además, y como novedad en este tipo de infraestructuras en la Costa da Morte, la concesionaria ha colocado en varios puntos estratégicos del trazado rampas de escape de fauna. Son unos bloques que permiten a los animales huir en caso de que lograsen superar la valla metálica que rodea toda la autovía. En total hay una docena a lo largo de los 25,5 kilómetros del recorrido.
Los responsables de la obra se han encargado de facilitar la visión nocturna colocando diferentes modalidades de reflectantes (de distintos colores) separados por unos pocos metros unos de otros. Además y pensando en los motoristas, en todas la curvas se instalaron protecciones con doble bionda, incluso antes de que el trazado se haga curvo para mejorar la seguridad.
La autovía tiene habilitada, en Agualada, una explanada por si en un futuro se ubica una estación de servicio. Aunque por lo de ahora no hay visos de que haya alguien interesado en construir una gasolinera en la autovía.
En fin, un vial en el que predominan las líneas rectas y del que se espera una segunda ampliación lo antes posible. En Dumbría, Vimianzo, Cee, Muxía, Fisterra y Corcubión lo agradecerán.