La nueva norma fiscal de Suiza podría traer de vuelta a muchos emigrantes

Santiago Garrido Rial
S. G. Rial CARBALLO / LA VOZ

CERCEDA

La obligación de declarar los bienes en España genera temor y muchas dudas

07 mar 2017 . Actualizado a las 10:40 h.

El nuevo panorama fiscal que afecta a miles de emigrantes gallegos en Suiza (la gran mayoría, de la Costa da Morte y los municipios de su entorno) podría provocar un retorno controlado de decenas o centenares de persona durante este año y el próximo. Eso es, al menos, lo que están comentando muchos de ellos estos días, ante la nueva obligación de declarar todo el patrimonio que tienen en España, para efectuar un nuevo baremo de sus impuestos en Suiza y pagar los atrasos de diez años, más los intereses. Los expertos (está habiendo muchas charlas informativas en los centros gallegos) insisten en señalar que cada caso es un mundo: depende de las propiedades, del cantón donde viva (los mínimos varían notablemente, el Estado federal se nota en este tema y en bastantes más), del municipio (también tienen capacidad hacendística)...

Pero, incluso teniendo en cuenta todo eso y a la hora de generalizar, también es cierto que para quienes llevan muchos años en Suiza, con un patrimonio notable en España que no haya sido declarado, tal vez se enfrenten a pagos de 50.000 euros o más. Los que no tengan patrimonio relevante, o no a su nombre, no deberán preocuparse de nada. También señalan que el volumen de datos va a ser tan elevado, y tan complicado el traslado entre uno y otro país, que será casi una lotería que puedan detectar fraude. Al final, resulta lo de siempre: la buena o mala suerte de que las inspecciones le caigan a uno o a otro. Y el fraude fiscal en Suiza, para los extranjeros y ya desde cantidades ridículas, es algo extremadamente serio, que conlleva la expulsión.

Luis Blanco es el presidente de la Asociación de Trabajadores Españoles En Suiza (Atees), en Delémont. En este centro se celebró la multitudinaria asamblea el viernes por la noche. Hacía años que no se veía tal cosa. «Chegou xente que nin coñecía», reconocía ayer. Por el miedo, la preocupación, y el desconocimiento de qué puede pasar. Y conoce casos de quien se plantea ya irse: «É que hai moitos casos nos que falamos de moitos cartos, así que o medo é normal. Hai xente que leva aquí toda a vida, e pode que teña que pagar moito. Hai nerviosismo, normal. Algún coa idade de súa xubilación xa cerca, seguramente marchará», explica.

En Delémont, la Costa da Morte suiza, hay otros centros, el denominado español, aunque casi todos son de la zona (a mayores está el restaurante y el equipo de fútbol A Nosa Costa). José Antonio López, de Baíñas, lleva 28 años en Suiza. Es el vicepresidente y el viernes también estaba en la asamblea. «O ambiente está moi caldeado», asegura. A él no le afecta ese intercambio de información fiscal, porque tiene su casa en el país helvético y de España apenas deberá declarar, o muy poco. «Pero hai xente que ten catro pisos ou máis, que se cadra ten que abonar 70.000 euros, e esa marcha definitivamente se lle queda pouco para o retiro», señala.

Esperar, o no

Por la diferencia de años no le compensa esperar la lotería de que le pueda caer o no una inspección. Pero, además, la autodenuncia es obligatoria, no opcional: hay que hacerla sí o sí. Otra cosa es lo que decida cada uno. «Eu coñezo dous ou tres que si que queren marchar», asegura. Añade que muchos emigrantes no entienden que tengan que pagar de nuevo por bienes que ya han abonado sus propios impuestos en el país de origen, además de que se trata de ahorros de toda una vida, «moitas veces conseguidos a base de non ter nin vacacións. Ou bens -añade- que están sujetos a hipotecas».

La demanda de información se extiende incluso a Liechtenstein, que depende de tantos aspectos de Suiza. Pero, curiosamente, a nivel fiscal existen matices. Por ejemplo, los diez años de retroactividad que exige el vecino suizo, son la mitad en el Principado. Hay más: la doble imposición no existe en Suiza, gracias a un convenio internacional (la polémica actual no va de eso, sino de calcular baremos para decidir cuánto se paga e ingresar lo que no se ha hecho), pero en Liechtenstein, sí, No obstante, los gravámenes también son más sencillos.

Como las dudas también son muchas, los más de 300 vecinos de la Costa da Morte que residen en este pequeño país podrán solventarlas en una charla que se ha convocado para el próximo sábado, en el centro, a las 19.00 horas. «Eu sei de familias que falan deste tema, pero non sei se marcharán exactamente por iso. O que pode pasar é que se acelere o proceso», afirma Manuel Figueroa, de Ozón-Muxía. En Suiza, dice, igual es determinante, pero en este caso podría ser un añadido. Con todo, lleva ya unas cuantas semanas tratando de informarse debidamente sobre las repercusiones tributarias de sus paisanos y reconoce que es extremadamente complejo. Por eso son abogados expertos en tributación o funcionarios cantonales los que se están encargando de ofrecer información. A veces, como pasó en Delémont, incluso sufriendo las iras de algunos asistentes, aunque la norma sea legislativa, y lo que queda ahora (todo este año para ponerse al día) es simplemente aplicarla. «Se hai que facelo, eu xa teño toda a miña documentación preparada», confiesa.

Manuel García Castro dirige el centro de Cerceda, en Ginebra. No ha habido charla en él, pero sí en el vecino e histórico A Nosa Galiza, el decano de las entidades emigrantes gallegas en la ciudad y en toda Europa. Hasta allí se fueron muchos de los propios socios, pero también del de Tordoia (con Cerceda, los dos únicos municipios españoles con sede propia en Suiza y más de 500 residentes en cada caso) e Irmandade Galega. «Á volta, todos estaban comentando o tema», señala. En su opinión, la mayor preocupación está en aquellas personas que están percibiendo algún tipo de ayuda social, y que por el patrimonio que manejan no tendrían derecho. «Eses poden ser os primeiros que se vaian», dice. Cree que, en general, «hai un pouquiño de medo.

García, por cierto, asegura que siguen llegando gallegos a Suiza en busca de trabajo. Nada que ver con el éxodo de hace tres o cuatro años, pero sí el suficiente para que con regularidad aparezcan bastantes preguntando por trabajos o qué hacer.