Jugar con la comida de los necesitados

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CRÓNICA

CEE

17 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La Costa da Morte es solidaria. Lo ha demostrado en cantidad de situaciones puntuales y lo siguen haciendo a diario cientos de personas repartidas por toda la comarca, que han evitado con su dinero, su trabajo, su tiempo o lo que tenían a mano en cada momento, que durante lo peor de la crisis se quedaran verdaderamente en la cuneta muchas familias que tenían auténticos problemas para darle de comer a sus hijos. De ahí que den mucho pudor, el que ellos no tienen, y auténtica vergüenza ajena, actitudes como las que describía estos días en las redes sociales Damián Espasandín, entrenador personal y uno de los socios de la empresa Dafit. Relataba Espasandín como tres hombres algo mayores que él -nació en 1985- llegaron al reparto de Cáritas, cargaron los productos en sus vehículos y se fueron. «Marcho andando ao traballo e encóntromos na terraza dun céntrico bar de Cee fumando e pedindo os seus gintonics», relataba el deportista, que como él mismo dice no colabora con Cáritas, pero sí se implica habitualmente en diferentes iniciativas sociales.

Sin el ánimo de criminalizar a nadie, porque las circunstancias de cada persona tienen múltiples aristas, este detalle observado por Espasandín pone el foco sobre una realidad, afortunadamente muy minoritaria, pero que da de lleno en múltiples consideraciones éticas y explica la facilidad de algunos para aprovecharse de lo último y más preciado de una sociedad: darle de comer a quien, por lo que sea, no está en condiciones de garantizarse su propio sustento y el de los suyos.

No se trata de un fenómeno nuevo porque la picaresca está sobre la faz de la Tierra probablemente desde que existe el ser humano, la literatura la convirtió en un género en sí mismo y la practican hasta que les cachan desde banqueros a futbolistas de élite. Tampoco se trata de que los servicios que prestan las entidades benéficas sean un coladero por el que pasa todo. De hecho, cada vez son mayores las medidas de control que tienen establecidas Cáritas, la Cruz Roja o los propios servicios sociales de los concellos para atender a quien realmente lo necesita. El que haya tenido ocasión de pasarse alguna vez por la cocina social San Roque de Cáritas de Cee y charlar con alguna de las usuarias -la gran mayoría son mujeres- entenderá lo imprescindible de esta labor y el tremendo agradecimiento que expresan.

Por tanto, lo peor que podría extraerse de circunstancias como estas es que no vale la pena colaborar con Cáritas o quien sea para que luego, entre tantas personas a las que ayudan, haya alguna que seguramente no lo necesitase tanto. La labor de estas entidades resulta crucial y no puede ni siquiera plantearse cuestionarla porque exista algún aprovechado.