¿Harías todo esto en tu casa?

Manuel Rey
Manuel Rey CRÓNICA

CEE

17 oct 2016 . Actualizado a las 22:48 h.

El otro día me invitaron a una comida en casa de unos amigos; una casa limpia, bien cuidada y decorada con mimo. Había un grupo grande de gente, y los anfitriones lo habían dispuesto todo para que los invitados estuviesen cómodos. Platos con comida variada, vasos, botellas y bebidas, cubiertos, servilletas, etcétera, y sus correspondientes papeleras y ceniceros para los fumadores. Lógicamente, también había aseos para el que los necesitara. La celebración empezó bien. El ambiente era cordial, las conversaciones empezaban a fluir y todo el mundo estaba disfrutando de la celebración. Uno de los invitados se había traído la mascota a la fiesta, pero a nadie le extrañó, así que tampoco le di importancia. Salvo esto, a primera vista, nada raro.

Pero la normalidad duró hasta que una de las invitadas encendió un cigarro. En vez de apartarse a la ventana, empezó fumar en medio del grupo. El humo de cada calada iba cargando el ambiente. Los ceniceros, como si no existieran. La ceniza al suelo. Y al acabar de exprimir el pitillo, la puntilla. Colilla al suelo, un pisotón y listo. Allí algo no cuadraba.

Lo que vino después dejó lo de la colilla en mera anécdota. Otro de los presentes se agenció un paquete de patatas fritas y al acabarlo, lo dejó caer al suelo, al lado de la papelera. A otro que estaba mascando chicle le entró el hambre y para hacer sitio, también lo dejó caer en medio de la sala. Una invitada que tenía algo de catarro se sonó la nariz e hizo lo mismo: pañuelo al suelo.

El dueño de la mascota no se dio cuenta de que al animal le entró un apretón y se desahogó en una esquina. Cuando estaba en plena faena, el hombre lo vio, pero en vez de ir a limpiarlo, lo dejó estar, como si nada. Y llegó la guinda. Poco después, otro invitado imitó al animal. En vez de ir al aseo, meó allí, en medio de todos. Al mirar al suelo, vi que se había convertido en un estercolero de collillas, chicles, vasos, restos de comida y líquidos diversos entre el que costaba avanzar.

Lo peor era que a muchos de los presentes no les preocupaban en exceso aquellas conductas. Antes de irnos, aún hubo tiempo para que otra persona rompiese un casco de cerveza contra la pared. Cuando la gente empezó a marcharse, los anfitriones, resignados, empezaron a recoger el estropicio. Ellos tampoco parecían demasiado sorprendidos. Tras una esmerada limpieza, y excepto algún pequeño resto, la casa volvía a estar bastante presentable.

Esta casa, en realidad, no existe. Pero existen pueblos llamados Carballo, Vimianzo o Cee, donde todos los días vemos comportamientos iguales o muy parecidos. Es normal que la actividad diaria en las calles genere residuos y suciedad, pero hay una línea clara entre eso y el incivismo más primario.