El país de las 300.000 viviendas vacías

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

miguel souto

Galicia, con el 18,6 % tiene el mayor índice de desocupación inmobiliaria de toda España

14 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En ningún lugar de España hay tantas viviendas vacías por habitante como en Galicia. Según el último censo registrado por el Instituto Galego de Estadística, 300.000 viviendas de los 1,6 millones que hay registradas en Galicia, están desocupadas, el 18,6 % Esta desviación sobre la media de España (13,6 %) puede explicarse parcialmente en el abandono del rural, donde se cierran casas cada día que normalmente no vuelven a ser habitadas.

Javier Garrido, presidente de la Asociación de Promotores de Pontevedra, pone en duda los datos: «En realidad no hay tanta vivienda vacía. Incluso las segundas viviendas cada vez están menos vacías». En las grandes ciudades, el alquiler se ha reactivado y los precios están subiendo: «Los bancos ya no te dan el cien por cien y si no tienes una entrada para comprar, tienes que irte al alquiler», explica una agente inmobiliaria de A Coruña.

Emigración

En cualquier caso, el alto índice de viviendas desocupadas en Galicia se explica también por otros factores. Uno de ellos, el importante número de emigrantes que adoptaron la vía inmobiliaria como la forma más segura de invertir parte de los ahorros conseguidos en la diáspora. El número de viviendas desocupadas hoy en Galicia y propiedad de emigrantes es muy importante. Además, en muchos casos son pisos que no llegan al mercado de alquiler porque sus propietarios no necesitan recibir un rendimiento de esa propiedad y desconfían del trato que recibiría la vivienda por parte del inquilino. Los expertos señalan que, sin el fenómeno de abandono del medio rural, la estadística de viviendas vacías no sería tan notable en Galicia. Cabe señalar que las últimas estadísticas sobre viviendas vacías en la comunidad tiene ya una antigüedad de seis años. La realidad actual puede ser más acusada, porque los índices demográficos siguen empeorando, mientras que el parque de viviendas lo que no ha hecho ha sido decrecer.

La promoción saqueada en la que (casi) nadie llegó a vivir

Ana Garcia

Al edificio que un día fue la atractiva promoción Costa Nariga de Carballo, tal parece que le haya afectado una bomba de neutrones. Sobre todo en su fachada este, donde han desaparecido desde las cristaleras de las galerías a los apliques de madera de la fachada. La realidad es que no hubo bomba alguna. Al menos literalmente. Lo que le estalló a la promoción fue la burbuja inmobiliaria. Luego llegaron las disputas de los bancos y el tiro de gracia se lo dieron los moinantes. O al menos eso es lo que se dice por allí: «Pero yo he visto a gente del pueblo salir cargando puertas», comenta un señor que anda paseando el perro entre las parcelas llenas de toxos que un día fueron pensadas para seguir el desarrollo urbanístico. Ahora ya nadie se lo plantea.

Se juntan otro par de parroquianos con sus perros para comentar el desperdicio de Costa Nariga. Nadie llegó a vivir nunca allí: «Si, mire. Non ve o ático pintado de azul? Ali vivíu un», explica otro. «As últimas noites as pasou no sótano porque tiña medo». No es extraño, con el ritmo de desvalijamiento al que tuvo que asistir. «Ao principio había un guardia de seguridade -recuerda un vecino-, pero en canto se foi...».

En Carballo hay 7.000 viviendas vacías. Son datos propios del Concello y suponen una cifra asombrosa si se tiene en cuenta que la población municipal es de 31.256 vecinos. «No meu edificio non vive ninguén máis que eu», afirma otro de los que pasea con su perro por allí. Y el hombre resulta que vive en el mismísimo centro de Carballo. «É un edificio vello, sen ascensor, e a xente non quere subir escaleiras. Así que teñen que alquilalo barato, pero aos alquileres baratos vai un tipo de xente, que ao mellor non che paga. Así que non o alquilan». Rápido e indiscutible análisis del mercado del alquiler. Nada que añadir.

Me doy un paseo por su calle, que no es muy larga y está ciertamente animada a media mañana pero, efectivamente, no veo a nadie entrar ni salir de los portales de vecinos. Hay muchas persianas bajadas y algunos cristales totalmente opacos por el polvo acumulado. «Hay viviendas que no se ocuparán nunca, porque no están en condiciones de ser habitadas y a sus dueños no les compensa hacerlo», explica un vecino que trabaja por la zona: «Lo mejor que podrían hacer es tirar esos edificios para hacer un Carballo nuevo y bonito». Así que el problema de la desocupación no afecta solo a las promociones nuevas. Alrededor del desvencijado Costa Nariga apenas hay comercio abiertos. La zona, con una dotación de servicios impecable, está de capa caída: «Si esto está así es porque en su día no fueron capaces de poner unos alquileres baratos para aprovechar la obra. Los inquilinos hubieran evitado el saqueo», opina el empleado de un bar cercano. Otra verdad indiscutible.

Ejemplo de las consecuencias de la alegre sobreconstrucción

«Sí, sí. Ya sé que se dice que hay muchos pisos vacíos en Lalín, pero yo creo que, en realidad, no hay tantos», asegura un poco fastidiado el responsable de una agencia inmobiliaria en la capital del cocido. La estadística apunta al 29 % de las viviendas del municipio como desocupadas, pero probablemente son más, pese al criterio del agente inmobiliario que, cuando empieza a contar los pisos sin inquilinos que tiene por el centro, va cambiando el tono: «Es que algunos son pisos muy viejos, sin ascensor ni garaje y son muy difíciles de colocar. Con otro tipo de propiedades unas entran y otras salen; estos pisos viejos del centro no salen nunca. Son más huevos a colocar en el mismo nido».

En realidad, un somero paseo por el centro ya revela que algunos edificios ni tienen a nadie dentro, ni probablemente lo tendrán hasta que no vuelvan a ser levantados. «El nuestro es uno de los más antiguos de por aquí -comenta un panadero-. Son ocho pisos y cinco están vacíos». Desde el bajo, donde tiene montado su negocio, explica la particular casuística de cada uno. Se trata de un edificio familiar repartido entre hermanos. Un caso no tan especial. Hay varios edificios vacíos con antecedentes similares.

Con todo, el centro de Lalín no es un caso demasiado distinto al de otras poblaciones de su tamaño e incluso de más empaque. Lo que caracteriza algo más a la capital del Deza es la sobreconstrucción que se produjo en la primera década del siglo y que ha dejado algunas edificios fantasma, sobre todo por las afueras. En el entorno de la confluencia de la N-525 y la N-640, hay varias promociones donde hay más pisos vacíos que ocupados: «Más tranquilidad», dice una señora brasileña que vive en uno de ellos. Desde luego, de tranquilidad va servida, porque es la única que veo por allí en un buen rato. Ha salido a tirar la basura. En una cafetería más o menos cercana encuentro a otra habitante de la promoción: «En la escalera que estoy yo, somos bastantes, pero los otros bloques están casi vacíos». Cuenta que estaba con su marido de alquiler y que, por un poco menos, pagan la hipoteca de un piso de tres habitaciones de 45.000 euros.

Dicen los que saben que la crisis hizo mucho daño. No solo pinchó la burbuja. La prominente industria textil que se empezó a asentar en Lalín, acabó arrasada por aquellos años malos. Y todo eso se nota. «Yo no puedo decirle cuantos pisos desocupados hay, pero llevo unos días trabajando por aquí, y me parece que son bastantes». Lo cuenta un empleado de Fenosa que anda comprobando instalaciones y se encuentra muchos contadores parados. Da la impresión de que aún queda mucho para empezar a construir: «No crea -dice un agente inmobiliario-. Ya se empiezan a detectar movimientos».