Historia viva de Carballo

MELISSA RODRÍGUEZ, S. G. CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

astrid pérez

Jubilado hace tiempo, el farmacéutico Javier Enríquez Riveiro es testigo directo de la importante transformación del pueblo

26 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Enríquez Riveiro, nacido en 1928, es de las personas más emblemáticas de Carballo. Su abuelo, Constantino Enríquez Gundín, abrió la conocida farmacia en la Praza Galicia (esquina Ponte) en 1909, el negocio más antiguo de la localidad. Pero ya desde su bisabuelo, de apellidos Enríquez Bermúdez de Castro, existe toda una estirpe de médicos y boticarios conocidos como los Enríquez. Javier asegura que esta familia, de generación en generación, siempre tuvo un lema: «Nunca hacer daño a nadie y hacer el bien». Así es que su padre, según cuenta, «jamás de los jamases le cobró a ninguna persona que estuviera enferma y no tuviera dinero», por lo que tenía mucho carisma en la zona. Lo apodaban Tinitos.

Javier Enríquez es conocido en toda la comarca por elaborar fórmulas que curan enfermedades. Aunque su progenitor se murió en mitad de la Guerra Civil, siendo él todavía pequeño, asegura que «desde los 8 años aprendí de él el oficio». No obstante, a los 10 abandonó Carballo para estudiar en Ortigueira. «En mi pueblo solo había dos profesores para todos los niños y, además, uno de ellos llamaba a los alumnos ‘mandilones’ por los blusones que llevaban, comportamiento que irritaba a mi madre», cuenta. Allí estudió hasta el Bachillerato (incluido), y luego partió hacia Santiago para hacer la carrera de Farmacia. Recuerda: «Yo quería continuar el negocio familiar e hice la carrera casi sin faltas y con varias matrículas».

Una vez formado, empezó a trabajar: «A lo que más me dirigí fue a la zona del campo». El boticario elaboró una gran cantidad de medicamentos para los animales. A sus 88 años, recuerda, por ejemplo, que cuando las vacas no soltaban la leche y las ubres se les hinchaban, él, con cera, el equivalente a Trankimazín y otros medicamentos, conseguía que les saliera. Pero también (obviamente) elaboró remedios para las personas: «Con la corteza de un árbol muy bueno que había aquí en Galicia, elaboraba el mismo medicamento para el corazón que el Roter procedente de Holanda. Los resultados eran los mismos», explica.

Las hijas siguen sus pasos

Ahora, jubilado desde hace tiempo, son sus hijas las que están al frente del negocio familiar. «Yo ahora hago el vago», dice Javier entre risas. De cinco que tiene, tres son farmacéuticas y otra está en camino. Solo una optó por hacer otra carrera: la de Derecho. «Mis hijas también aprendieron mucho de mí, aunque son listísimas», cuenta orgulloso. Así como la estirpe de los Enríquez no fue a menos, la histórica farmacia tampoco desaparecerá: la continuidad está asegurada.

Enríquez, en la actualidad, tiene otras ocupaciones: «Una de las cosas que hago a diario es andar por todo Carballo, de arriba abajo», comenta. «La mayoría de los carballeses no saben lo que hay, no conocen su pueblo bien», asegura. Como conocedor de los cambios que sufrió la localidad afirma, alto y claro: «Carballo, ahora, hace miles de Carballos de antes». Señala que la gente que poblaba la villa era de mucho dinero y categoría social: «Eran grandes terratenientes en A Coruña y había militares que viajaban a Francia». Se acuerda, también, del momento en el que el médico Pedro Abelenda descubrió el wolframio en el Monte Neme, y de que incluso los agricultores estaban orgullosos de ser trabajadores del campo, porque «estaba muy bien cultivado y les daba muchísimo», dice. Según considera, «Carballo siempre creció para mejor», o que «la gente tiene buen gusto porque no hay ningún edificio feo».

Pasa parte del día en la Sociedad Cultural y Recreativa Bergantiños, el Casino de Carballo, creada pocos años antes de su nacimiento, por cierto. Es socio desde los 15 años y sigue yendo porque «desde allí se ve a mucha gente pasar y compartimos buenos momentos entre los compañeros», dice.

«Carballo, ahora, hace miles de Carballos de antes. Siempre creció para mejor»