Érase una vez un cuento lamentable

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CRÓNICA CIUDADANA

CARBALLO MUNICIPIO

22 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Érase una vez un chaval apasionado de las motos. Tenía una Kawasaki Ninja de 131 caballos de potencia, que le había costado en el 2008 unos 12.000 euros. Es una máquina preciosa, de color blanco y negro. La cuida con mucho mimo y la guarda en el garaje de su vivienda. Un día de madrugada unos ladrones entraron en su casa y se la robaron. El hombre se percató de la sustracción al día siguiente cuando iba a dar una vuelta. Desesperado, llama a unos amigos. Tras varias llamadas telefónicas, uno de ellos le informa dónde está y quién habría sido el presunto autor del robo.

El afectado alerta de inmediato a las fuerzas de seguridad. Dio pelos y señales de lo acontecido y de las características de la moto. Las patrullas montaron un operativo, aunque sin mucho éxito. Por su parte, el dueño se desespera con el paso de las horas. Recibe una nueva llamada de teléfono. Son las seis de la tarde. Es un amigo. Le espeta que si no se apuraba van a destrozarle el vehículo, y que ya había un comprador. Todo ello en apenas unas horas.

El afectado se lo piensa. Tiene dos opciones: esperar al resultado de las pesquisas policiales o actuar por cuenta y riesgo. El tiempo apremia. La moto, su moto, corre serio riesgo de quedar echa añicos. Decide resolver el problema por su cuenta. Llama al amigo que le advirtiera de esta situación y le pide que medie para que no se la destrocen. Recibe una nueva llamada. El mensaje es claro: recuperar la moto le supondrá rascarse el bolsillo y pagarle 300 euros al tipo que se la había robado. La víctima accede. Coge una furgoneta y entra en una zona marginal de esa localidad. Para aquella, la moto ya no tenía ni matrícula. Pide al ladrón que le devuelva el vehículo. Pero este pretende renegociar las condiciones de devolución. El chantaje le va a salir más caro. Pero el afectado se planta en los 300 euros convenidos. El caco accede. Coge el dinero y le dice a la víctima dónde se oculta la motocicleta. Se trata de una zona de monte raso de muy difícil acceso. Está apoyada contra unos matorrales. Finalmente, el chaval recupera su vehículo. Eran cerca de las diez de la noche. Mientras, las fuerzas de seguridad están, supuestamente, en un dispositivo de emergencia para tratar de sofocar un incendio y no hay refuerzos.

Esta historia no ocurrió ni en San Petersburgo, ni en Pretoria, ni en Madrid, ni en Barcelona. Fue en Carballo, el pasado domingo y el que apoquinó los 300 euros para que su moto no acabara en piezas es un vecino de Zas. El afectado finalmente decidió no interponer denuncia: «¿Para que? Se non fixeron nada e ao final tiven eu que resolver o tema pagándolle ao tipo que ma roubou?».