Las cachelas dieron color a la noche más artística de las fiestas

Á. palmou

CARBALLO MUNICIPIO

Amigos y familias disfrutaron de la velada junto a las creaciones preparadas durante semanas

25 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El ingenio y la habilidad para dar forma a sorprendentes creaciones volvieron a gozar de sus instantes de gloria en la noche carballesa del San Xoán. Mientras preparaban las brasas para disfrutar de su propia velada de fiesta con familiares y amigos, los autores de las 16 cachelas inscritas en el veterano concurso (suma ya 29 ediciones) posaban orgullosos ante unas creaciones a las que habían dedicado semanas de trabajo pese a estar condenadas de antemano al fuego.

«Foi un mes de traballo entre sete persoas», explicaba antes de recibir la visita del jurado uno de los artífices del espectacular galeón de As Labradas que acabaría por llevarse el primer premio. La mayoría de los participantes repetían experiencia. «O San Xoán sen cachelas non é o mesmo», reconocía en la calle río Anllóns Maximino Pazos Noia, creador de un pirata que este año nada pudo hacer ante el resto de los contrincantes.

Un Dragón cuidado hasta el último detalle -capaz incluso de expulsar fuego por su boca- le valió el segundo premio a Diego Vilanova, demostrando así que entre los jóvenes que se congregan en el San Cristovo también hay sitio para la tradición. El tercero, en dura pugna con el cuarto, fue para O Cristo Descorcovado, que se impuso finalmente al Helipuerto situado en las inmediaciones de la rúa Chopos.

Un esmerado tractor (en O Sisto) que había recibido los últimos retoques poco antes del concurso -«os fillos dixéronme que esquecera os limpiaparabrisas», contaba su autor-, y un no menos cuidado reloj de cuco gigante -incluido el pájaro animado- completaron con sus dos accésits el podio de un certamen que también dejó otras imágenes para el recuerdo. Como la de Josefa Dolores Tasende Ferreiro, una vecina de 105 años que no se quiso perder tampoco esta noche de fiesta. «As cachelas agora fanas tan altas que non hai quen as salte», explicaba entre risas antes de sentarse a la mesa con su familia para disfrutar de una celebración que en Carballo es casi una religión.