La Dulcería Vella cumple cien años, pero puede que no le queden más

Santiago Garrido Rial
S. G. Rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO MUNICIPIO

Carmiña Pena, en una imagen tomada hace tres meses y medio.
Carmiña Pena, en una imagen tomada hace tres meses y medio. s. g.

El obrador enfermó y, aunque se recupera, hay serias dudas sobre el futuro de un comercio emblemático

04 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«De momento, aínda vai estar así un tempo», explicaba ayer María del Carmen Pena Pombo, Carmiña, detrás el mostrador de la Dulcería Vella. Así significa cerrada, sin sus creaciones artesanas tan logradas que le han dado fama no ya carballesa o provincial, sino gallega, y con muchos ecos en el resto del país. Y un tempo es unos cuantos días o semanas más. O mucho más. Este local es uno de los más emblemáticos de Carballo. El mayor, incluso. Nadie lo discutiría. Pero la enfermedad del maestro obrador, Maximino, el hermano de Carmiña, el mago que maneja productos de máxima calidad (una de las claves) con sus recetas secretas, ha obligado a clausurar el negocio desde hace algo más de un mes. Por fortuna, y pese al susto, se ha recuperado bien, pero eso no exime de que vaya a afrontar de nuevo la dureza del horno, particularmente la respiratoria, mucho más tras una intervención y a una edad que ya roza los 80 años. En todo caso, son cuestiones familiares que serán dilucidadas en el seno de la familia, pero todo apunta a que sus cakes, almendrados, palmeras o bizcochos no tienen el futuro asegurado. Tal vez más adelante, si otra persona se animara a tomar el relevo, o si los dueños lo quisieran ceder, pero esto entra ya en el ámbito de la especulación. Ayer, hablando con unos y con otros, las posibilidades quedaban abiertas.

 

 

 

Inquietud

Mientras, son muchos los vecinos que preguntan por el estado de Mino, como lo conocen los allegados, o por el propio local. Son más los que pasan por delante del escaparate y lo ven vacío. La preocupación por el cierre ha llegado incluso a las redes sociales, perfecto contrapunto para un local que alimenta el pasado. En su actual ubicación ha cumplido ya 62 años. Pero antes estaba justo en frente. Ocupaba el extremo de la calle Coruña, y fue necesario derribarlo para darle salida hacia Martín Herrera. Donde está ahora había un pequeño parque, y ahí se levantó el local, justo al lado de la iglesia- Empezó la segunda parte de la historia, la que le ha dado más fama, aunque manteniendo la esencia de siempre. Lo paradójico del caso es que este año cumple justo 100 años.

Es complejo manejar las fechas tras tantos lustros, pero ese es el dato que maneja Ricardo Vilas, fruto de sus indagaciones, en las que tuvo un papel importante la memoria de Severino Mariño, otro de los grandes del comercio carballés, que no lleva tanto atendiendo al público con sus chocolates, pero casi. Según estos cálculos, el inicio fue en 1916. Ahí trabajaba Maximino, padre de Carmiña y de Mino, natural de la parroquia de Artes y que se casaría con una vecina de la zona de O Bosque, en Carballo. Empezó con 9 años en la confitería, que regentaban unos vecinos de Santiago, y con el tiempo acabó cogiendo las riendas y se hizo con el traspaso. Con el tiempo iría endulzando la vida de Carballo, manteniendo las señas de identidad (el mostrador, las alacenas, la hoja en la que se anotan los precios de los productos...), una filosofía que le llevó a ganar fama y a incrementar las ventas. La botellas que se ven son un guiño a una época ya pasada, cuando al fondo había una taberna. Además de comprar, a la Dulcería se va a ver y a hablar. Estos días también se habla, pero para saber de Mino y del futuro de la institución. Ambas cosas van ligadas.

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