2x3 puede ser, 4 ya no

Carla Parafita IN MEMORIAM

CARBALLO MUNICIPIO

26 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Él de un país, ella de otro. Andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse y así fue. Él, muy a la antigua y aferrado a la familia y a las tradiciones, ella un espíritu libre y aventurero. Él con los pies en la tierra, ella con alas para volar. Se enamoraron profundamente, como sabemos polos opuestos se atraen y esta no fue la excepción. Planearon pasar toda la vida juntos. Él pronto aprendió a dejar sus costumbres de lado y se animó a despegar junto a su compañera de viaje. Codo a codo, listo para encontrar un mundo de sensaciones y vivencias, y que mejor que hacerlo con su amada.

Llegó el primer hijo y con este bebé en camino descubrieron que dos pueden ser tres. Luego llego el segundo. Se mudaron a un país neutral, ¡habían encontrado el paraíso terrenal! Felices los cuatro, no podían pedir más.

Se casaron ahí porque era el sueño de ella. Descalzos a la orilla del mar rodeados de flores y con violines de fondo sellaron su amor. Se respiraba mar y flores, por ese instante era de ellos, solo de ellos. Él le había preparado la sorpresa, quiso hacerlo porque ella se lo merecía, siempre atenta, siempre sorprendiéndolos, siempre cuidándolos, siempre tan ella, sí, esta vez ella merecía ser la sorprendida. Debía manejarse con cuidado ya que la madre de sus hijos tenía buen olfato y era tan lista que solía sospechar anticipadamente los previos planes de una sorpresa. No era para menos ya que ¡ella era la reina de las sorpresas!

Fue tal y como ella lo hubiera querido, su alegría era tan inmensa como el mar, ese día irradiaba luz que competía con el mismísimo rey Sol. Era plenamente feliz. Luego se casaron en el país de él para cumplir su propio sueño. Era de esperarse que quisiera casarse con una gran fiesta para la familia y amigos, mucha comida, buena bebida y música alegre para celebrar la unión más feliz de su vida. Una boda hermosa. Él irradiaba felicidad, parecía que estaba hasta mas alto ese día.

Por supuesto, también se casaron en el país de ella, simplemente no les importaba confirmar, una y otra vez su amor por todos lados. Compartimos con todos. Brindar por ese amor y contagiar alegría era el único fin. Vivieron una vida tranquila, viendo crecer felices a sus hijos. Llegó el día en que los chicos marcharon a estudiar y descubrir el mundo, sacaron el espíritu aventurero de la madre y el alma pacífica del padre.

Así se encontraron nuevamente solos, volvieron a ser dos para amarse todo el tiempo como una vez lo habían hecho.

Un día sus hijos volvieron y cerca formaron sus propias familias. Tuvieron muchos nietos! De ser 2, volvieron a ser 4, 6, 8, 10 y puuuffff...

Cuando ya eran muy viejitos, en una cena con toda la familia reunida, ellos se tomaron de las manos, y mirándose con el mismo amor del primer día, una mirada profunda, cómplice y amiga, se dijeron: «¡Lo conseguimos!» Esto es lo que hubiera pasado si él no hubiera fallecido en ese paraíso terrenal, ya planeando la boda sorpresa. Y, a pesar de que faltaban pocos días para la boda, ella nunca lo descubrió. Se lo revelaron después de lo sucedido. No era tan lista y tal vez lo merecía. Y así quedaron solo tres.

Agradezco a todas las personas que colaboraron para que fuera posible.

Rafael Lavandeira Suárez falleció el 26 de febrero do 2014 en Fortaleza (Brasil). Justamente hoy se cumple un año de su muerte.