La muestra que cuenta Galicia en 100 objetos se fija a medias en la comarca

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado CEE / LA VOZ

CAMARIÑAS

Incluye tres referencias significativas y obvia, por ejemplo, el encaje de Camariñas

17 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La muestra Galicia 100. Obxectos para contar unha cultura, que puede verse ya en la sede de A Fundación, en la Rúa do Vilar de Santiago, de la mano del Consello da Cultura Galega, tiene en cuenta a la Costa da Morte en al menos tres referencias principales, aunque también pasa de largo sobre otros iconos aquí considerados capitales.

Este trabajo multidisciplinar y multimedia, al estilo del que hizo el Museo Británico y la BBC en el 2010 y que ha sido replicado en otras partes del mundo, trae al país una manera diferente y muy plástica de explicar el significado de la cultura propia. Al frente del comité asesor está Ramón Villares y como comisario Manuel Gago, que contaron con la colaboración de nombres tan reconocidos de la cultura como Carlota Álvarez Basso, José Miguel Andrade Cernadas, Fernando Bouza, Felipe Criado, Guillermo Escrigas, Lourenzo Fernández Prieto, Pegerto Saavedra o Dolores Vilavedra.

Como toda selección, y más con un objetivo tan ambicioso como este, se presta a numerosas consideraciones porque cada experto o cada ciudadano de Galicia seguramente tendría su propio catálogo de referencias ineludibles.

En el caso de la Costa da Morte, al margen de citas en otros artículos -a cada pieza elegida la acompaña el relato de un especialista-, destacan sobre todo tres ejemplos, dos de los cuáles están representados con objetos propios de la zona: el pote de la queimada de Buño y el hombre clástico del doctor Auzoux que pertenece a la Fundación Fernando Blanco de Lema, de Cee.

Sobre la queimada, explica el propio Manuel Gago, que se trata de «unha performance contemporánea que só se pode comprender, ademais, desde o noso tempo. Dificilmente a un galego do século XVIII ou XIX se lle ocorrese despreciar a valiosa augardente -con tantos usos terapéuticos e alimentarios- nun combinado servido como sobremesa». En cualquier caso, mantiene su interés porque «está construída a partir da exacerbación de determinados trazos identitarios galegos» y, por supuesto, no se entiende sin su recipiente en el que los artesanos de Buño son maestros.

Sobre el modelo anatómico del Fernando Blanco, destaca Francisco Díaz-Fierros, su carácter «representativo da vocación pedagóxica que tivo unha boa parte das actividades filantrópica dos emigrantes galegos ultramarinos».

Respecto a la tercera gran referencia a la zona, el futbolín, que se encarga de glosar Lourenzo Fernández Prieto, pone en valor la figura de Alexandre de Fisterra y cuenta la historia de cómo lo ideó conmovido por los niños y soldados heridos en los bombardeos de la Guerra Civil. Reseña como el primero lo construyó el carpintero vasco Francisco Xavier Altuna en 1937. Aunque no olvida la verdadera historia que dice que en 1880 ya se registraban patentes de futbolines en Inglaterra y que incluso hay uno en el Museo do Xoguete de Allariz de 1917, resalta la contribución del editor e inventor fisterrán: por ejemplo, los jugadores con las piernas separadas (cualquiera que haya probado la otra versión sabe de las abismales diferencias). El modelo presente en la muestra es de Futbolines Delgado de A Coruña, de los años 50.

Si estos son los objetos que están, junto con otros muchos que caen bien cerca, como el pupitre escolar de Zas (Negreira) o la estela antropomórfica de San Cosme (Mazaricos), cualquiera de la zona puede echar en falta el encaje de Camariñas, símbolos religiosos como el Cristo da Barba Dourada o alguna referencia al Dolmen de Dombate, Moraime, A Barca,...