Lorenzo Castiñeira, «el cura ambulancia»

La Voz CARBALLO / LA VOZ

CAMARIÑAS

ANA GARCIA

El sacerdote nacido en Xaviña hace balance de sus años de servicio religioso

03 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Lorenzo Castiñeira Canosa es una especie de «cura ambulancia». Recuerda el sacerdote que así se lo dijo un día un paisano de Salto (Vimianzo): «Vostede é coma unha ambulancia para os casos de emerxencia». La verdad, dice Castiñeira, «acudía a donde me llamaran para ayudarles en lo que necesitasen». Lleva en el alma, asegura, a todos los vecinos de las parroquias en las que celebró misa. Fueron muchas y le brindaron gran afecto. Lorenzo nació en Xaviña (Camariñas) en 1933. Su vida sacerdotal comenzó en 1959 y, a grandes rasgos, se puede dividir en tres grandes etapas. La primera, en la pastoral parroquial, como coadjutor en A Ponte do Porto, Carantoña, Camelle y Arou, y después como párroco de Santo Estevo de Lires. La segunda sería la de profesor de Latín, Filosofía, Lengua y Literatura españolas en los institutos de Ribeira y Cee. Ahora, tercera parte, ya jubilado, colabora en la pastoral de la zona de la Costa da Morte.

De tantos años de ejercicio han quedado muchos recuerdos, muchas acciones. Tiene muy buenas palabras, por ejemplo, para las gentes de Camelle: «Cuando terminé mis estudios en el Seminario, atendí esa parroquia. Eran y son gente muy buena». Ese aprecio por los pescadores quedó además reflejado en el programa Náufragos, referente a Fisterra, y emitido en marzo en televisión. Lorenzo Castiñeira recuerda asimismo que por aquel entonces, cuando él estaba en Camelle, ya había llegado a la localidad Manfred Gnädinger, Man: «Era un joven de veintitantos años. Se confesaba conmigo todos los domingos y comulgaba en la misa. Pasaron los años y en Man hubo un gran cambio. A veces lo veía correr carretera arriba, de noche, medio desnudo, incluso bajo la lluvia». El domingo en el que se despidió de Camelle, al subir hacia la Costa da Rodeiro, el sacerdote Lorenzo miró hacia atrás y lloró, «porque atrás quedaban tres años de mi vida junto a personas tan cariñosas, tenía yo entonces 29 años».

Lo destinaron a continuación a Lires, en Cee. Prueba de ese cariño que se había labrado en su anterior ubicación es que, entonces, los pescadores de Camelle llegaban hasta Nemiña, cerca de Lires, y cuando veían a alguien de esta última parroquia, le pedían que tratasen bien al sacerdote. Lorenzo asegura guardar también mucho cariño para los más de trece mil enfermos a los que, como voluntario, visitó durante días, semanas o meses. «Muchos de ellos ya descansan en paz, como es el caso del padre de Agustín Traba, el pescador de Fisterra que, aquel programa citado, relató su lucha heroica en el mar, e incluso religiosa, para salvar la vida. A Agustín lo conocí en mis visitas al hospital de Cee, siempre lo encontraba al lado de su padre enfermo». Este pescador es otro de esos rostros que retratan la fuerza y la valentía de las gentes de la Costa da Morte. Es un «home do mar». Para él tiene el sacerdote tiene gratas palabras: «Lo considero un buen amigo, muy trabajador, contra quien nada pudo el mar en medio de sus súplicas al Cristo da Barba Dourada, que se venera en Fisterra, y a la Virxe do Carme, de los que es muy devoto. Siempre fue amigo del mar y nunca dejará de serlo. Conociéndolo a él y a otros muchos pescadores, no es de extrañar que los primeros discípulos de Jesús también fuesen pescadores». El compromiso voluntario de este «cura ambulancia» con los enfermos tienen una base: «Pienso que es una obra de caridad y de misericordia. El Evangelio de San Mateo nos dice que al visitar a un enfermo estamos visitando al mismo Jesucristo». Le agradecen esas momentos: «Luego me encuentro con personas que me saludan, porque se acuerdan de las veces que fui a verlas al hospital. Al hacer una visita, además de poder ayudar espiritualmente, siempre trato de hacer la vida agradable al paciente: le cuento historias o chistes que le hagan sonreír. Dicen los psicólogos que reír favorece la salud».

Con todos los años de experiencia ministerial que tiene Castiñeira, guarda también consejos para los sacerdotes: «Un sacerdote nunca se jubila, siempre tiene que estar disponible para hacer el bien. A nivel pastoral, pienso que lo que da siempre buenos resultados es el mostrarse cercano a la gente. Sobre todo, a los que sufren. Hemos de evitar mostrarnos hoscos y distantes. También tenemos que mostrarnos desinteresados a nivel económico. Los sacerdotes hemos de ser muy prudentes con lo que decimos porque, sin querer, podemos hacer daño. Una palabra a la que quizá yo no le doy importancia, sí la pueda tener para la persona que la está escuchando». Entrega y disponibilidad son los pilares de Castiñeira Canosa.