El Castro Animado hizo de A Cidá de Borneiro un espacio de encuentro y vida

carolina núñez, p. blanco CARBALLO / LA VOZ

CABANA DE BERGANTIÑOS

Artesanía, teatro, circo, música y gastronomía labraron un ambiente excepcional en este enclave único cabanés

01 ago 2016 . Actualizado a las 22:56 h.

«O importante é desfrutar e pasalo ben, estamos aquí con veciños e con familia». Las palabras de José María Rellán, Chema, simbolizaban ayer por la tarde el espíritu de esta festividad que es el Castro Animado en A Cidá de Borneiro (Cabana). La vida volvió por unas horas a las antiguas construcciones de los castrexos. Chema, junto con Mariña Lema, tenía un puesto de pasteles y accesorios varios. No era su primera vez allí, por lo que pudieron detectar que el intenso calor mermó algo la asistencia en las primeras horas de la tarde de domingo.

El Castro Animado, como dijo Xosé María Varela, asesor en materia educativa y cultural en Cabana, no es una feria medieval, sino castrexa. Es, también, algo más: un aliciente para motivar la visita turística al espacio, «incluso de xente de aquí». Artesanía, animación teatral, gastronomía, música de gaitas e incluso impresionantes espectáculos de circo como el de la trapecista (ya es, quizás, A Cidá do Circo) se organizan con el máximo respecto al entorno. Por eso mismo se diferencia la zona de entretenimiento. La crisis no estimula las ventas y la mayoría de la gente acude a mirar, pero esa también es la idea. Mirar y además transmitir saberes, como hacía María Luisa Andrade con la cerámica, involucrando a niños y a todo aquel que lo desease.

De aquí, propio, de raíz

José Rodil, de A Pontenova (Lugo), ofrecía navajas de Taramundi. Él es la tercera generación de artesanos. Aseguraba ayer que se puede vivir de la artesanía en Galicia -aunque ellos la compaginan con otras actividades- y que, de hecho, lo que más desea, es que sea valorada como merece. De sus manos sale la navaja íntegra: desde el soporte de madera (también la recoge él) hasta los dibujos o el metal. Aseguró, además, que uno de los problemas del oficio es el intrusismo.

Consideró Rodil que las altas temperaturas motivarían que la gente acudiese más tarde y alabó la sensación que ofrece eso de que «cada casiña sexa un posto». Las gentes ataviadas de época le conferían un carácter aún más especial a la cita y él mismo optó por hacer una demostración de forja de hierro. El Castro Animado es ya algo ineludible para muchos. Por ejemplo, para Ana Mato, de Corme. Vive en Neaño y comentaba ayer que acude todos los años. Lo que más le gusta, según contó, es que los puestos «sexan de aquí»: «Non que sexan empresas, senón xente de aquí facendo cousas tradicionais. Hai que aproveitalas». Es, sobre todo, un encuentro creativo y vecinal, de ahí esa «xuntanza cos habitantes doutros castros cabaneses». El Concello de Cabana, en colaboración con las parroquias, alienta desde hace años la organización de la cita, que implica a muchos habitantes de la localidad. Basta ver el cuidado de algunos de los productos que se ofrecían, empezando por la oferta gastronómica. Los espectáculos programados de Isla Letriska y Desastronauts (circo) tuvieron su continuación en Os Modernos, que ofreció un concierto final. A Cidá fue ayer, como hace dos milenios, epicentro vital.