Las señales y el orgullo de lo nuestro

Patricia Blanco
Patricia Blanco CRÓNICA CIUDADANA

A LARACHA

03 may 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

A buen seguro hay algún estudio científico al respecto, o al menos una teoría filosófica o astróloga, pero el caso es que no resulta difícil otorgarle un color a ciertas localidades, e incluso a los días. El viaje al frente de un volante en el recorrido A Coruña-Carballo y Carballo-A Coruña por la AC-552 que a tantas personas come horas de sus días por motivos laborales -el peaje de la AG-55 invita al desánimo- es un buen modo de ponerlo en práctica. De día, viniendo hacia la capital de Bergantiños, es posible pasar del azul de A Coruña -por aquello de salir del mar- al gris de Arteixo, eminentemente industrial, y tocar el verde/rojo de A Laracha. La cosa se anima y el periplo se relaja. La mirada llega más lejos. Los límites se difuminan, pero el Concello larachés ha tenido la feliz idea -ya hace mucho tiempo- de remarcar presencia e identidad, señalizando bien claro, entre otras cosas, que Paiosaco alberga una «feira» los primeros y terceros domingos de mes. A Laracha sabe a huerta. Es una señal fija, vertical, y debe ser de los pocos de la comarca que lo hayan hecho, con permiso de las pantallas digitales en las que se va dejando pasar información a ratos. El de los indicadores, de hecho, no es un tema menor, y menos en carreteras de tanto tránsito. Véase, si no, el viejo caso de la reivindicación de los oleiros de Buño, que llevan años diciendo que alguna señal más en los cruces no les vendría mal para informar al conductor que tenga tiempo de que ahí, justo al lado, hay un fuerte de artesanía única, un epicentro de la creatividad. A Gundivós, por poner el caso, llegas fácil desde cualquier lado. Las señales, volviendo a Paiosaco, son una constante a lo largo de la comarcal que cruza A Laracha. Sin caer en el caos, el otro extremo al que tampoco ha de llegarse, incluso un conductor que vaya medio ensimismado es capaz de percibir colores y variedad de recursos turísticos en el municipio. Zonas verdes, parques, la playa de Caión, el monasterio de Soandres... Da la sensación de ser un municipio rico, y lo es. A veces no basta con albergar rincones con encanto, sino que también los hay que dar a conocer. Y, ahí, de nuevo, volvemos al viejo caballo turístico de la Costa da Morte. La unión bajo un concepto común para promocionar recursos que en otros puntos explotan mucho mejor, en el buen sentido de la palabra. ¿A quién no le interesaría una ruta de miradores? ¿Y por qué no sacar más provecho de la ornitología, como parece que hará ahora Muxía? ¿E incluso de la pesca, visto lo que ocurrió en el reciente Open Río Xallas? Un visitante sin información está al mismo nivel que un visitante perdido, y ninguno de los dos se llevará un buen recuerdo. Debería ser orgullo dar a conocer (e indicar) lo que nos identifica.