Templos que pasaron a la otra vida

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

A LARACHA

s. g.

La inmensa mayoría de las capillas de la zona están en buen estado de conservación, pero hay excepciones

26 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay restos de capillas que ya nunca podrán ser recuperadas, como la de Sam Guillerme, en Fisterra, o la de Santa Marta, en A Laracha. En ambos casos, con vistas sobre valles, mar y montañas que impresionan como antaño. Hay otras que tampoco se recuperarán, como la de Sinde, en Cabana, igualmente con privilegiados horizontes. Paradójicamente, esta ruina es uno de los templos más recientes de la zona, una apuesta fallida que apenas tuvo vida eclesiástica.

Hay algunas que se podrían recuperar, en buena parte en manos privadas, como la de Taraio, en Cerqueda, a la que Juan Félix Neira Pérez le dedicó un amplio análisis en estas páginas la semana pasada (y antes a otras de la parroquia malpicana). O la de San Xoán de Leira, en Rebordelos-Carballo, en manos privadas y que casi pasa desapercibida. Recordaba ayer un vecino que hará unos 35 o 40 años, o más, que dejó de celebrarse misa en ella. En el 2007, los vecinos entregaron firmas en el Concello para que se tratase de restaurar, y fue aprobado en pleno, pero ahí se quedó la cosa.

A menudo hay que recurrir a personas mayores para que recuerden oficios en lugares que ya cerraron casi definitivamente, o incluso que desaparecieron, como la de Santa Cristiña, en el monte Neme, anterior a la explotación del caolín y del wolframio. También está abandonada la de Boallo, en Berdoias (Vimianzo), ligada (como tantas) al pazo de una familia muy poderosa. O la de Aprazaduiro, en Laxe, con funciones actualmente más prosaicas y utilitarias que las religiosas.

En el lado contrario están las restauradas. Muchas, a veces gracias al impulso público, y otras, al privado, como ocurrió con la de Santa Irena, en Salto-Vimianzo. Y también la de Sar Bartolo, en la misma parroquia. O la de Santo Outelo, junto al río Castro, en Coucieiro-Muxía. En las fotos de hace 20 años, el abandono era casi total, y hoy parece nueva. También se fueron restaurando o arreglando la de As Neves de Buxantes; la de Xora, en Treos-Vimianzo. La de San Paio, en Entrecruces, o la de San Sadurniño-Rus, ambas en Carballo. También las de Montemaior, y desde luego la de San Roque do Monte, en Mira-Zas, entre otras.

En un enorme grupo intermedio están las que aguantan el paso de los años con gran dignidad, de momento con más fuerza que la humedad o los temporales. Y con la devoción igualmente robusta. Por citar una sola, la de O Briño, en Borneiro. Engrandecida, como otras, gracias a su entorno, bucólico hoy, ascético seguramente antaño.

Ambos elementos, y seguramente unos cuantos más, fueron acabando con otras capillas que en su momento destacaban. En O Allo-Zas, por ejemplo, quedan las piedras de una de ellas, pero no están indicados ni muy accesibles. Para encontrar muchas de ellas es recomendable hurgar en los viejos textos. Por ejemplo, los de la visita de Jerónimo del Hoyo en 1607. Cita unas cuantas que ya no están, como la de la Trinidad de Cereo, en Coristanco; la de San Mateo en Agualada, la de San Amaro de Couso; Santa Cruz del Arenal, en Lema-Carballo. Cuatro en Sofán (queda alguna); las de Santa Cruz o de San Paio de Refoxos, en Cee. O la de Santa Mariña, en la Illa Grande de las Sisargas. Frente al mar, en lugares señalados, hubo bastantes. Incluso en la punta del Cabo Fisterra, la de san Eugenio. El cardenal Jerónimo del Hoyo también vio nacer algunos templos, como el de San Roque de Moraime, entonces en obras: solo le faltaba colocar el tejado.