El marisco de la Autoridad Portuaria

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CRÓNICA SOCIAL

A LARACHA

27 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las escolleras del puerto exterior de Langosteira son ahora una de las zonas de marisqueo más atractivas de la costa coruñesa. Sobre los bloques hay, según dicen, percebes como puños y toda esta riqueza es de la Autoridad Portuaria. Como era de esperar, las cofradías de Caión y de A Coruña pugnaron por hacerse con el área para su concesión, pero el tiempo ha pasado y los enormes bloques siguen siendo tierra de nadie, espacio abonado para los furtivos. Ayer mismo el Seprona identificó a cuatro personas que faenaban en la zona. Habla la Guardia Civil de bandas organizadas que parecen haber encontrado en el puerto de Langosteira un auténtico tesoro. Los agentes calcularon que en lonja podría haberse vendido por 3.100 euros.

Mientras en el norte sucede eso, en el sur se quejan cada vez menos del furtivismo. El patrón mayor de Camelle, Xosé Xoán Bermúdez, luchador pertinaz contra estas prácticas, reconocía que lo que queda ahora es el furtivo doméstico, hasta cierto punto consentido y conocido. Ya pasó, por lo menos por ahora, el tiempo en que llegaban expediciones de fuera de la provincia con lanchas y equipos extraordinariamente preparadas, con sus botellas de aire que les permitían acceder a los ejemplares del fondo, responsables del recambio generacional.

Que hay cierto laissez faire, laissez passer (dejad hacer, dejad pasar) en el furtivismo, como lo hubo con determinado contrabando, pero se ha demostrado que esa permisividad nunca conduce a nada bueno. Es sintomático que la propia Guardia Civil en su nota sobre la identificación de los cuatro mariscadores en Sorrizo haga referencia a la entrega de los agentes, a pesar que «la colaboración que los círculos pesqueros ofrezcan sea casi nula».

No es nada nuevo, pero quizá los agentes no son capaces de ponerse en la piel de quien tienen que convivir puerta por puerta con el furtivo, del mariscador que vigila de madrugada y que sin autoridad ninguna tiene que encararse con quien lleva una rasqueta en la mano o con el patrón mayor al que le pinchan las ruedas o le rayan el coche cada dos por tres.

El furtivismo parece haberse sosegado en la Costa da Morte, pero en el puerto exterior está en plena efervescencia. La zona es rica, pero solo para unos pocos con poco que perder. Los enormes bloques son rampas sin asideros y los huecos que hay entre ellos trampas mortales capaces de engullir a un hombre sin remedio. Quizá por eso en la Autoridad Portuaria prefieren que los percebes están tranquilos, que críen lo que quieran apenas sin molestias. Mientras, en Caión, la zona se empobrece. El puerto cambió las corrientes y las rocas se cubren de arena. La riqueza ahora es Langosteira.