Reválidas

Cristóbal Ramírez

CARBALLO

06 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que han pasado, y nadie puede o al menos no debe lanzar acusaciones gratuitas contra el escribiente, el arriba firmante está de acuerdo con las reválidas. No exactamente con estas, que muy poco aportan al sistema educativo; en otras palabras, parece dudoso que ayudan a mejorarlo. Pero lo que ha pasado en este país no sucede en ninguno que se llame moderno. Las semanas pasadas parecía que la tribu de los manga-bunga convocaban a sus miembros a golpe de tam-tam para que boicoteran las pruebas con argumentos que seguro que provocaron la indignación de Angela Merkel (¿Qué tal va Alemania? ¿Qué tal va España?) y asombro en Dinamarca o Suecia.

Porque Suecia o Dinamarca, y otros países más de su entorno que no parecen subdesarrollados, resulta que sí tienen reválidas. Y no, no son como las que hace tantos años sufrimos los sexagenarios (ni tampoco como estas), meras vallas que había que saltar para seguir en la carrera y que en la España franquista llegaron al paroxismo con aquella de tercero de Medicina.

Las reválidas sirven, en todo el mundo, para calibrar tres cosas: ver cuál es la posición del colegio en el conjunto de los colegios; cuál es el nivel de los alumnos; y qué tal justifican su nómina los profesores.

Porque visto desde dentro y desde fuera da la impresión de que son los docentes los mayores opositores a las reválidas. Normal. A nadie le gusta que lo evalúen, porque junto a nuestros excelentes profesores parasita una tropa que no se caracteriza por su esfuerzo. Y en todos los centros se sabe quiénes la integran. Otra cosa es que dentro de esos mismos centros rija la omertá o ley del silencio. Y es que no, en absoluto, las reválidas no son un invento del PP.