Fenómeno

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

CARBALLO

01 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Todo fue a peor cuando los bigotes desaparecieron del fútbol. En la liga 96/97 el frondoso mostacho recogemigas del Tato Abadía dejaba el Logroñés y comenzaba el declive. Sin embargo un fichaje del Fútbol Club Barcelona trajo consigo una catarata de luz: Ronaldo Luís Nazário de Lima, Ronaldo O Fenómeno, Ronaldo el gordo. Simplemente, Ronaldo.

Tocaba el balón y se transformaba en centauro, inalcanzable, escondía el esférico entre el laberinto de sus piernas como un trilero de las Ramblas y de sus botas de ciempiés brotaban goles licántropos. Marchó rumbo al Inter al final de esa misma temporada, dejando a los culés preguntándose si aquel sueño había sido un sueño.

Pero el más rotuliano de los tendones truncó su imperial vuelo. Ronaldo se rompió, la lesión lo tendría un año alejado del verde. El doctor Saillant, el hombre que susurraba a las rodillas, operaba en un hospital público de París. O Fenómeno, en un cuarto de sanatorio veinte veces más pequeño que el WC de su mansión, conocería el reverso tenebroso del fútbol.

A los pocos días de la operación, las visitas dejaron de visitarlo, solo Rodri Paiva y la periodista Cristina Cubero se quedaron a su lado mientras Ronaldo, en la ridícula soledad de su cuarto, sollozaba.

Una tarde fue a verlo un rival, no era su amigo (aún). Se presentó allí con una cesta de frutas que dio a Cristina, ella le dijo «dásela tú, le hará ilusión». Todas las noches a partir de esa comenzó a llevar con él dos cestas, una para Cris y otra para Ronnie. El nombre del chico de la fruta era Zinedine, ellos lo llamaban Zizou. ¿Les suena?