Un pionero del turismo mariñeiro

j.m. jamardo RIBEIRA / LA VOZ

CARBALLO

JORGE PARRI

El lirense Domingo Caamaño colaboró en un proyecto en el que se daba a conocer la pesca artesanal

30 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La pesca artesanal es el patito feo de una de las principales fuentes de ingresos de la comarca, el mar. Armadores y marineros se las ven y desean para llegar a fin de mes. Los temporales, las vedas, las restricciones de la Administración y la burocracia siguen asfixiando a un sector que da de comer a un importante número de familias en la zona. Hace unos veinte años, las cofradías y los profesionales buscaban ingresos paralelos para mantenerse a flote. Así nació el turismo mariñeiro. Y uno de los primeros sitios donde se puso en marcha en España fue precisamente en Lira. El proyecto de la cofradía consiguió un importante éxito a nivel nacional y fueron muchos los medios de comunicación que se hicieron eco de la iniciativa. El primer armador de España que metió turistas a bordo de su barco fue Domingo Caamaño González (Carnota, 1952), un pionero en la Costa da Morte: Mientras duró la iniciativa disfrutó: «Paseino moi ben».

Domingo Caamaño tiene la piel impregnada de salitre. El mar siempre estuvo muy presente en su vida, tanto laboral como profesionalmente. Comenzó a trabajar en su localidad natal muy joven, «era un chaval». Pero las ansias de conocer mundo lo llevaron a barcos mercantes para recorrer numerosos países como Japón, Australia o China: «Estiven nos cinco continentes».

Pero todo cansa y aburre. Con 29 años y una familia, decidió quedarse en casa. Compró un barco en O Grove para pescar y dormir todos los días en una cama que no se moviese.

En la década de los 90, la cofradía de Portocubelo puso en marcha una iniciativa pionera en España, que bautizó como Turismo Mariñeiro. En los barcos de pesca podían viajar turistas para ver como era una jornada laboral e incluso colaborar y participar en los trabajos a bordo.

Milucho Louro y Juan Manuel Gómez Leis, responsables de la iniciativa, contactaron con este armador y le expusieron el proyecto. «Non o dubidei. Había que colaborar. O noso foi o primeiro barco de España que levou xente a bordo», recuerda. El Nuevo Perla hacía historia. Sus marineros compartían experiencias con turistas llegados de todos los puntos de la península e incluso de otras nacionalidades, como japoneses: «Asiáticos aínda viñeron uns cuantos», concreta. También pasaron por su cubierta periodistas de numerosos medios de comunicación tanto nacionales como internacionales para mostrar un sistema que estaba generando mucha curiosidad.

Pero la empresa no fue nada fácil al principio. Regular la presencia de pasajeros en un barco pesquero era complicado y difícil en Capitanía. «Eu dicía que por min non había problema, pero que tiñan que solucionar eles os trámites. Milucho e tamén Tono Allut fixérono moi ben ata que o conseguiron».

Un regreso gratificante

El Nuevo Perla se dedicaba a la pesca de pulpo, nécora y camarón, entre otras especies. Normalmente salían sobre las seis de la mañana del puerto y regresaban a primera hora de la tarde. Tenía cinco tripulantes y a veces el mismo número de pasajeros. Durante varios años era habitual ver a bordo personas que nada tenían que ver con el mar pero era gratificante «explicarlle o que faciamos e como era moi interesante porque quedaban asombrados». Pero lo que más reconfortaba a todos era la llegada a puerto. «Nun bar preparábannos unha caldeirada de polbo que compartiamos».

Domingo Caamaño vivió muchas anécdotas, pero una de las que recuerda con cariño fue cuando una pareja iba discutiendo casi toda la travesía. Después de varias horas, la mujer se levantó y se le acercó para decirle donde podía hacer sus necesidades, «pois no baño, porque o barco tiña un pequeno. Despois de ir, botoulle berroulle á súa parella por non lle deixar preguntarme antes». Ahora, este armador disfruta de su jubilación saliendo a pescar y cuidando una pequeña granja.