El sector pesquero en Corcubión

Luis Lamela GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO

CARBALLO

24 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La pesca de bajura y los pilotos y tripulantes de la Marina de la época constituyeron una de las más importantes fuentes de riqueza de Corcubión. Junto con las actividades administrativas caracterizaron de forma general la localidad, cobrando nuevo impulso desde mediados del siglo XVIII con la llegada de los fomentadores catalanes y desde 1820 con la instalación de las fábricas de salazón.

En los años centrales del siglo XIX residían en la localidad de San Marcos 17 pilotos. En la década de 1880 solamente aparecían 10. En el censo de población del año 1851 figuraban 235 marineros censados en la localidad, representando un 17 por ciento del total de la población. No obstante, cincuenta años después, en el censo fiscal de 1900 solo figuraban 58, señalando el inicio de la desaparición progresiva de la gente de mar.

Y, treinta años más tarde, en 1930 el número de marineros que aparecen en el censo de población de la localidad ya bajaron a 44, recuperándose de forma transitoria en el censo obrero del año 1933 en el que aparecen 63. Pero, ocho años después, en el censo fiscal de 1941 solo aparecen 26 y los pilotos prácticamente desaparecieron.

Esto es el claro ejemplo de como Corcubión pasó de pueblo marinero al actual pueblo... de pensionistas. Así de triste y evidente.

La importancia de la salazón

En los años 1820 ya existía una fábrica de salazón en la playa de Quenxe. En 1838 la compró el fomentador catalán Agustín Sagristá a los antiguos propietarios, la familia Xampén, de Fisterra. En 1851 vivía allí Agustín y otra familia que seguramente trabajaba para dicho industrial de forma permanente. En 1868 otro catalán, Pablo Carbonell Xampén, instaló una nueva fábrica de salazón al lado de la anterior. En 1897 solo existían las dos citadas construcciones propiedad de Manuel Xampén y de Francisco del Río, respectivamente. En 1901 Plácido Castro Rivas construye otra fábrica de salazón y conservas en la zona norte, en el terreno llamado Prado da Area o de A Ribeira, ocupando una extensión de 16 áreas, con dos cuerpos y cuatro puertas que comunicaban con la playa y el mar. Poco después instaló los depósitos flotantes de carbón para abastecimientos buques de vapor.

Por esas fechas José González Cereijo construyó en la playa de A Viña unos talleres dedicados al aprovechamiento de chatarra procedente de los desguaces de embarcaciones hundidas, levantando en 1909 un muelle de madera que más tarde se reconstruiría con materiales más sólidos... Son los años de la industrialización de las playas de Quenxe y A Viña, pero ya nada queda ni en la una ni en otra. Ruinas o vestigios solamente.