Mañana se reúnen, o al menos están convocados, los alcaldes de los concellos que todavía quedan en la asociación Neria, de la que no para de marcharse gente, bien ayuntamientos como los de Mazaricos y Malpica recientemente o socios particulares que, aunque figuren de manera nominal hace muchos meses que no saben lo que es pagar una cuota. Los regidores -los que vayan, porque alguno ya ha asegurado que asistirá- tienen ante sí una decisión aparentemente histórica, porque se trata de sepultar o hacerle el boca a boca a una entidad que ha repartido millones europeos y ha transformado la realidad de la Costa da Morte, sobre todo con el Camiño, que difícilmente habría existido como el negocio que hoy es sin la intervención de Neria.
Tienen delante de ellos esa responsabilidad y sobre la mesa un informe parece que demoledor del interventor de la Deputación que habla de deudas que superan ampliamente el millón de euros y de un concurso de acreedores como única vía de salida si es que todavía queda alguna.
Ante esa tesitura y, sin que, como tiene ocurrido otras veces, representantes empresariales y sociales de cierto peso le mostrasen a los políticos la necesidad de conservar este instrumento comarcal, la ecuación parece clara: nadie va a dar un paso al frente ya que los regidores tienen en su mano el fácil recurso de anteponer las necesidades propias de sus vecinos frente a una idea de comarca en la que cada vez está menos claro que todavía crea alguien.
Así con la actual directiva, particularmente su presidente, Javier González, quemada, porque los apoyos y la responsabilidad tantas veces reclamada nunca aparece, el futuro más que negro pinta lo siguiente. Da la impresión de que cada uno va a ir escapando como pueda de un barco en el que falta quien quiera agarrarse al timón, pero, sobre todo, carece de brazos para tirar de los remos.
Queda por tanto que salte todavía alguna sorpresa, si como creen muchos todavía hay más facturas bajo la alfombra de las que ya se sabe, y a partir de ahí un lento y seguramente largo proceso de descomposición en lo que los bienes que quedan se van a acabar de pudrir y quien no ha cobrado, a no ser que vea más dinero público -es decir de todos- seguirá sin hacerlo por tiempo indeterminado.
El otro escenario pasa por una renovada vitalidad, con gente que crea en la asociación (si eso es posible a estas alturas) y, sobre todo, que tenga la determinación política necesaria para comprometer a instancias superiores, véase la Deputación, y que estas pongan el dinero que falta. Todo ello tiene más pinta de cuento marinero que epopeya de navegantes.