Las dudas que nos entierran

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

CARBALLO

26 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La autovía vuela. Avanza a velocidades casi vertiginosas. Se ve que no hay como el dinero para engrasar las máquinas. El monte de O Rempenín casi ha sido reducido a cascajos, al igual que la falda del Castelo, en A Cacharosa. Puentes, viaductos, pasos elevados y rotondas aparecen casi de un día para otro ante la mirada atónita del vecindario que dudó durante dos años al sufrir el territorio abierto en canal. Esta semana, la conselleira Ethel Vázquez ha venido a explicar que los enlaces de A Piolla y de la AC-443 (carretera de Ponteceso) se han eliminado para hacer uno de mayor envergadura en O Rempenín, donde han tenido que dinamitar medio monte. Los alcaldes han dado por buena su explicación. Con todo ello, se adivina que la nueva vía de comunicación está más cerca que lejos de ser una realidad, al menos hasta Santa Irena. Así, la Costa da Morte tendrá A Coruña más al alcance, aunque no todo lo próxima que se había anunciado al principio porque quedará un tramo pendiente de las posibilidades económicas. De momento, Fisterra está mucho más lejos de la capital de la provincia que esta del extremo sur de Pontevedra. Es más fácil viajar a Vigo desde la ciudad herculina que hacerlo desde Sardiñeiro hasta A Grela. Y no todo el problema es el tiempo, que como es sabido cotiza más caro que el oro en la bolsa de la vida. Lo más serio son los costes reales para las empresas de Soneira y Fisterra, que viven en una desventaja permanente con respecto a sus competidoras cercanas a las áreas urbanas. Algunos permanecen en la comarca casi de milagro, pues ganarían mucho más en otros lugares. Es imposible afrontar los problemas de despoblamiento, el paro, la emigración si quien puede crear puestos de trabajo en este rincón galaico se ve condicionado por distancias y costes de desplazamiento y elige parques industriales próximos a urbes, puertos y aeropuertos. Hace un siglo, la Costa da Morte quedó sin tren porque la empresa concesionaria se arruinó. Un centenar de años después estuvo a punto de ocurrir lo mismo con la autovía. El impacto en la sociedad y la economía de la comarca y la distancia con respecto a otras áreas de Galicia podría ser el mismo que el que ahora percibimos por la pérdida del tren de las tres ces: A Coruña, Carballo, Corcubión. Un proyecto ilusionante que nos dejó en tierra para siempre. La nueva infraestructura es la arteria que ha de suministrar oxígeno a este rincón aislado. Si alguna población queda sin riego sanguíneo es porque necesita otro tratamiento. No por hacer pasar todo el tráfico por el centro de un pueblo va este a crecer: es apuntarse a la molestia sin fruto. Son dudas que nos entierran. Rechazar a estas alturas la autovía es poner trabas al desarrollo y darle pie a la Administración a invertir en otros lares. Los gobiernos siempre tienen dónde gastar el dinero y quién se lo pida, también.

Otro festival en la picota. El Nordestazo, uno de los grandes festivales gallegos, tuvo que emigrar al área del campo de fútbol. En el Concello sabían hace 15 días que el puerto es un espacio inseguro para albergar un acto para 4.000 personas: plataformas apuntaladas, una muralla derrumbada en reparación, andamios y el mar al alcance de un paso mal dado. Dos semanas y no se solucionaron las deficiencias ni se aportaron garantías. Hay que apoyar, ayudar y colaborar con el Nordestazo, pero la seguridad de las personas es lo primero. Las Administraciones han de garantizar el riesgo cero. Lo demás es improvisación.

El pozo insondable del poder local

La calle es muy sabia. En Cee habían anunciado un mandato municipal divertido. No han tardado. El alcalde le metió un gol por la escuadra a la oposición con su sueldo de 42.000 euros que sus contrarios quisieron cercenar a la semana siguiente, para lo que pidieron un pleno extraordinario. Pusieron en marcha toda una fanfarria para rebajarle los dineros al regidor, para a los pocos días desdecirse y entablar quimérica riña entre ellos y eliminar el asunto de los puntos de la sesión que pretendían. O, sea nada. El mandatario no solo podrá seguir disfrutando de su salario sino que estará con una sonrisa de oreja a oreja ante el ridículo de la oposición, que ahora se echa en cara supuestos acuerdos con Ramón Vigo para que este vea bien pagada la dedicación del 98% de su jornada laboral al consistorio. PP, PSOE y BNG encendieron el fuego, pero ahora tienen que comerse la carne cruda. Mientras, Plácido García, que unas veces da una de cal y otra de arena, pide que los ediles no cobren por asistir a comisiones y pleno. 

  El ruido sobre los sueldos no para. En Ponteceso, que se aprobaron con el informe en contra de la secretaria municipal, se preguntan por qué hace cuatro años no hubo tal dictamen. Son los misterios de los consistorio, ese pozo insondable donde el poder local siempre genera luchas, que a veces son subterráneas.