Nuestra preocupación por los montes

Luis García LA OPINIÓN DEL EXPERTO

CARBALLO

23 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada año, con la llegada del verano la prevención de incendios es una preocupación cíclica a la que se destinan importantes presupuestos. Y es lógico que se tomen las medidas pertinentes para evitar los efectos devastadores que se derivan de cualquier incendio. Lo que no es tan lógico es que nos acostumbremos a esta situación y no se haga más que las medidas preventivas a corto plazo y se establezcan solo medios de extinción.

Si nos fijamos en los fríos datos de la distribución de la superficie de Galicia ( el 47% del territorio ocupado por terreno forestal arbolado, el 21% corresponde al denominado monte bajo o desarbolado, el 29% dedicado a producción agrícola y el 3% restante a otros usos) fácilmente se concluye que es la mayor potencia forestal de España (produce el 45% del total nacional) y una de las más importantes de Europa. Sin embargo su potencial está muy lejos de los rendimientos que cabría esperar, debido fundamentalmente a carencias de tipo estructural: dispersión de la propiedad (casi 700.000 propietarios), atomización de las parcelas (el 80% tienen una superficie inferior a 0,5 has) y bajos índices de asociacionismo forestal.

Este 2015 está siendo nada pródigo en precipitaciones. Si lo normal es que en los meses de mayo y junio el volumen de precipitaciones se aproxime a los 150 l/m2, repartidos en 20 días de lluvia, este año el agua lleva ausente desde el 6 de mayo. A partir de entonces, situación anticiclónica generalizada, vientos de componente norte y sequedad meteorológica y agronómica. En mayo y junio del presente año ha llovido sólo un tercio de lo normal y concentrado en el primera semana de mayo.

Esta circunstancia meteorológica puede ser favorable para algunos sectores, pero preocupante para las actividades relacionadas con el sector primario y para el balance final de campaña sobre los incendios forestales, pues el panorama no pinta nada bien: sequedad en la vegetación, calor y ausencia de precipitaciones. Habrá que emplearse a fondo para que la plaga del fuego no destruya lo que tanto cuesta construir.

Una buena gestión lleva consigo el establecimiento de medidas urgentes a corto plazo acompañadas de otras de más recorrido para no tener que vivir año tras año pendientes de la meteorología. Disponemos de los mecanismos legales (Ley de Montes de Galicia de 2012, Sociedades de Fomento Forestal de 2011), lo que se echa en falta es el impulso de la aplicación de las medidas contempladas en el papel. Si se consiguiera aminorar el impacto de las carencias estructurales del monte (minifundio, absentismo forestal...) y se establecieran procedimientos para el aprovechamiento integral de los recursos forestales, no estaríamos en vilo todos los años y se reducirían los costes de prevención.