La duda entre demagogia y responsabilidad

CARBALLO

27 ene 2015 . Actualizado a las 02:05 h.

El orondo inventor y político americano Benjamín Franklin decía que en este mundo no hay nada tan cierto como la muerte y los impuestos. Aunque hay una tercera certeza que se le pasó por alto: en tiempos de elecciones los políticos suelen bajar o congelar los tributos. En las últimas semanas se han sucedido declaraciones de alcaldes, notas informativas, acuerdos plenarios y anuncios varios en los que los gobernantes municipales congelan o bajan impuestos municipales, con la consiguiente alegría para los ciudadanos, ya suficientemente castigados por las estrecheces a que se ven sometidos desde el principio de los tiempos y más ahora después de más de un lustro de crisis asfixiante. Hay que ver la cara de satisfacción que le queda a los ediles cuando anuncian el freno al apretón impositivo. Junto con el hormigón y el asfalto constituye uno de los resortes con los que los políticos locales se masajean el ego ante los contribuyentes. En Coristanco anuncian la rebaja del tributo de plusvalías, en Ponteceso las familias numerosas verán reducido el IBI en un 90 %, en Vimianzo recortan el ICIO para empresas del polígono y los ganaderos, el alcalde de A Laracha anunció congelación tributaria, al igual que la edila de Facenda de Carballo, el regidor pontecesán y el de Malpica, otro tanto. Un monte impositivo lleno de orégano que no será para tanto, o si no al tiempo. Al fin y al cabo, los concellos dejarán de ingresar, como mucho, unos miles de euros, o unas decenas de miles en algún caso excepcional. Es encomiable la intención de los mandatarios de no castigar más las arcas vacías de sus vecinos, pero la impresión es de que vuelven a las andadas. ¿Bajan o congelan los impuestos por una política fiscal razonada y pensada profundamente o porque vienen las elecciones? Va siendo tiempo de que los políticos locales y los ciudadanos se apliquen la madurez imprescindible para separar la paja del grano y determinar lo que es demagogia y responsabilidad. Los tributos son el precio que hemos de pagar los ciudadanos por una sociedad civilizada. Tan malo es que unos paguen impuestos y otros vivan de ellos, alimentando concellos plagados de empleados ociosos, como que los ayuntamientos vivan permanentemente en la indigencia financiera porque el regidor de turno sea incapaz de fijar una política fiscal razonable y responsable con la que los vecinos contribuyan en la medida que les corresponde al sostenimiento de los servicios públicos, con pueblos muertos sin que sus ediles sepan insuflarle vida. Claro que este terreno tan pantanoso es muy atractivo para que las oposiciones de turno traten de enfangar a los gobiernos locales, y lo que defienden en un Concello lo atacan en el de al lado. No estaría de más un poco de responsabilidad y consenso en esta materia como en otras tantas. Tráfico y seguridad vial. Carballo tiene un problema: el tráfico. Es un problema que en una semana se hayan detectado la friolera de 20.000 infracciones en cuatro puntos por exceso de velocidad. En siete días, 26 individuos circularon a más de 100 por hora por la calle Compostela. Una irracionalidad. El día menos pensado a un auto le fallan los frenos y ya tenemos la desgracia del año. Un semáforo fue saltado en rojo en un solo día por 46 vehículos. Otra proeza infractora inaudita. Falla la educación y da la sensación de que se anda con demasiados paños calientes. Las multas no gustan, pero si erramos hay que apechugar. La seguridad requiere otra energía.