Corcubión: la duradera huella de la historia

CARBALLO

30 nov 2014 . Actualizado a las 05:07 h.

Vaya por delante que ningún poso es eterno, y que la huella de la historia, por más que sea duradera, hay que cuidarla para poder mostrarla al presente y el futuro. Todo Corcubión es esencia, y convendría que no perdiese ese carácter. Intervenir para revitalizarlo y potenciarlo durante todo el año como en julio lo hace el Mercado Medieval. Corcubión es esencia externamente, transición de las Rías Baixas y preludio de las bravas costas del norte, y lo es también interiormente, con construcciones históricas que sobresalen. Recorrer el casco histórico de este municipio, el más pequeño de la comarca tanto en población como en extensión, permite al visitante trasladarse a otro tiempo. Disfrutar las plantas alzadas de los pazos de los Condes de Altamira o de los de Traba. Rica es su historia señorial, pero asimismo importan sus construcciones modernistas o testimonio de burguesía. Corcubión representa el equilibrio entre el patrimonio religioso (con la obligada visita a la iglesia de San Marcos -Bien de Interés Cultural- y su plaza, o también a la capela do Pilar), el civil y el popular. Las piedras del casco corcubionés acunan el prestigio de una villa con muy destacado lugar en el mapa. Conxunto Histórico Artístico, reconocido por la Xunta como Municipio Turístico Galego, lugar de paso del Camiño a Fisterra -con toda la espiritualidad, religiosa o no, que ello conlleva-, cabeza del Partido Judicial, con un museo (el Seno) que habla del tesoro cultural propiciado por el mar, sus gentes y sus oficios... A la riqueza arquitectónica se unen algunos de los mejores parajes y vistas de la zona: la playa de Quenxe, el faro Cee, la mirada hacia el Olimpo Celta o el cabo Fisterra. Convendría defender la esencia de este balcón corcubionés como en su día se defendió la ría desde otro de los enclaves imprescindibles del municipio, el castillo del Cardenal, en sintonía con el de Ameixenda, situado justo enfrente.