El viento pasado ya no empuja naves

CARBALLO

23 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

ara solis

Las desgracias siempre llevan aparejadas grandes dosis de retórica. Y la del Prestige tuvo la suya. Estos días se ha cumplido una docena de años del desastre que dejó playas y acantilados pringados de fuel. Sin embargo, del naufragio del petrolero bañera hay que sacar otras conclusiones, posiblemente tan lamentables a la larga como la marea negra. La primera es que el negro fuel puso al descubierto y dejó en claro las carencias de la Costa da Morte y la enorme deuda que los organismos públicos habían acumulado con este territorio atlántico. Se acordaron de santa Bárbara cuando llegaron los truenos, los relámpagos y las chispas. Entonces se dieron golpes en el pecho, acudieron a la caja fuerte que mantuvieron tantos años cerrada para este rincón y decidieron sacar los sacos de billetes para lavar su conciencia política. Ahí fue cuando les entró la flojera y redactaron planes a destajo y algunos de ellos fuera de onda a todas luces. Daba la sensación de que no iba a haber proyectos, espacios y lugares para invertir semejante marea de dinero público. Habían pasado años y años sin prestar atención a un ámbito rural y marinero y sin preocuparse de su desarrollo equilibrado, sostenible y sostenido en el tiempo. El tren del ferrocarril ya había pasado un siglo atrás, las concentraciones parcelarias quedaron la mayor parte de ellas abortadas cuando eran necesarias, a los campesinos se los trató de ciudadanos de segunda clase y tuvieron que ir a trabajar a Suiza y Alemania [donde las empresas los trataban en palmitas porque eran oro de ley], los colegios y los institutos llegaron con la democracia y las comunicaciones y los hospitales se implantaron a golpe de protestas. Así es que cuando el Prestige vomitó sobre esta costa olvidada toda su inmundicia, los gobernantes vieron nítida la injusticia histórica y quisieron hacer en un año lo que no habían hecho en cien. La otra conclusión es que, pasada una docena de años, no se ha aprendido la lección. Y volvemos a las andadas. Dicen que hay tres cosas que no permiten vuelta atrás: los tiros, las palabras y las oportunidades perdidas. Cuando se hace un largo camino es aconsejable beber en las fuentes que uno encuentra a su paso porque corre el peligro de tener sed más adelante y no encontrar manantiales. Hubo muchos proyectos y mucho dinero presupuestado, pero en realidad, a efectos prácticos, la situación no ha cambiado gran cosa, salvo la fachada de Muxía con su Ferida erecta al mar y al viento.

Vamos a ver. Es cierto que se han hecho los polígonos, pero tardaron tanto que cuando los terminaron llegó la crisis y los cubrió de tojos. Con el parador ocurrió otro tanto. Le dieron tantas vueltas que aún está en el esqueleto. Mientras todos esperan su conclusión, en Corcubión cerró el emblema del turismo de la comarca, el hotel El Hórreo. Y la autovía no precisa demasiadas explicaciones. Todo el mundo ve las entrañas de la Costa da Morte al aire a la espera de que se reanuden los trabajos. A ver si para esta Navidad hay regalo.

Si cuando llegó el Prestige media Camariñas estaba emigrada en Canarias, ahora son los jóvenes con carrera y másteres [y otros no tan jóvenes] de toda la comarca los que van a por pan a Suiza y más lugares de Europa, en muchos casos cobrando nóminas paupérrimas y compartiendo piso. Pero no a todos los culpables hay que buscarlos fuera de la comarca. Grandes dosis de ineficacia se dispensaron en los concellos del entorno. No se han aprovechado las oportunidades y el viento pasado ya no empuja naves.