Con razón, el primer nombre que acude a la memoria a la hora de pensar en el Coristanco más hermoso es Verdes. Este paraje natural no es que sea una referencia municipal: también, sin duda, de la comarca. Pero Coristanco es mucho más, y sus frondosas deben dejar ver un bosque más amplio. Seguramente el urbanismo nunca recibirá un premio de arquitectura, pero han de reconocerse logros. Empezando por la zona urbana, la travesía es otra tras la reforma y la construcción de las rotondas, y desde luego tras la desaparición de la vieja cámara agraria. Poco a poco, en la capital municipal y en varias parroquias, se han ido construyendo plazas que, además de un fin social, mejoran notablemente la estética de núcleos que pasan lentamente de la vida plenamente rural a la que ya tiene tintes urbanos, tratando de alcanzar (con diferente fortuna) lo mejor de ambos mundos. Un recorrido recomendable para analizar esa dicotomía puede ir desde Santa Baia hasta Cereo, incluso con la variante hacia San Paio. Pero vale casi cualquier otra parroquia, desde luego el núcleo de Seavia. En todos estos lugares las leiras y prados conviven sin dificultades con el crecimiento moderado, y no son pocos los lugares que hablan de un pasado agrícola espléndido, con hórreos soberbios y casas de robusta sillería que mantienen a raya las uralitas e incluso los tejados de inspiración suiza. El mejor ejemplo está en la Torre de Nogueira: bien le iría a otros pazos abandonados en Bergantiños si sus propietarios se tomasen el esfuerzo (y el gasto) de recuperar construcciones que hablan de unos tiempos lejanos en los que Coristanco era tierra de importantes asentamientos. Seguramente en esos años había muchos Verdes al lado del curso del Anllóns hasta el límite con A Ponte Dona.