El gato fisterrán al que las siete vidas se le quedaron cortas

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. LADO CEE / LA VOZ

FISTERRA

ALVELA

El animal solo ha abandonado la casa del Cabo da Vila una vez desde que nació

07 nov 2014 . Actualizado a las 08:20 h.

¿Cuántos años tiene? Con exactitud no lo sabe nadie, pero al menos 23 porque la propietaria del albergue Cabo da Vila de Fisterra, Alexia Benlloch Rivas aparece con él en una foto, cuando la joven, hoy en la treintena, apenas había empezado en la escuela.

Desde entonces, y seguramente algo antes también, Micholo es, sin lugar a duda alguna, el rey de la casa. Come -nada de pienso seco que no le gusta- y duerme, cada día más porque el tiempo no pasa en balde y tanto la musculatura como el pelo empiezan a acusarlo. Entiende todas las instrucciones que le dan los humanos aunque otra cosas es que las cumpla, porque nadie lleva más horas en ese piso que él.

De hecho, como explica Nita, la madre de Alexia, solo atravesó la puerta en una ocasión, cuando se murió el abuelo de la familia, antes de que hubiese siquiera tanatorio y cuando los velatorios se hacían en casa. Tardó algunos días, pero la experiencia no le debió gustar demasiado, porque volvió y, desde entonces, la alfombra de la entrada es su propio Finis Terrae.

Razón no le falta porque como dicen esas simpáticas calculadoras que tanto éxito tienen en Internet, de ser un humano habría alcanzado ya la escalofriante cifra de 109 años de edad. Y si alguien piensa que fue a base de esfuerzo, sacrificio, mucho deporte y vida sana -como marcan ahora los cánones- que se lo quite de la cabeza. Ahora ya no puede mucho, aunque conserva cierta agilidad, pero nunca le llevó demasiada idea el movimiento. De hecho, cuando Mateo, un cachorrito de tres meses que la familia acogió al verlo abandonado, se acerca con intención de jugar suele recibir por respuesta el más absoluto de los desprecios.

Ni siquiera Michola, su novia de estas últimas vidas, muy tímida y que se esconde al ver extraños por casa, perturba en exceso su pachorra congénita.

Y todo eso sin ser siquiera el siamés más guapo de su camada, porque aunque él probablemente nunca lo reconozca, fue un defecto físico lo que le hizo merecedor de todo el cariño y los mimos que le da la familia Benlloch, tantos que tiene varios espacios específicos para él repartido por el piso. Lo explica Nita: «Quedamos con el porque os siameses normalmente teñen o rabo pequeniño, pero este non, teno largo, naceu con el defectuoso, como se fose partido, e faille una curva».

Esa en principio tara, que lo hizo distinto, le ha garantizado una existencia más que confortable y ahora, cuando todos en la familia del Cabo da Vila saben que está en su epílogo, es uno de los muchísimos motivos para que esperen que el temido desenlace se retrase como mínimo otra se esas siete vidas.