La belleza empieza en el nombre

CARBALLO

Castillo de San Carlos.
Castillo de San Carlos. JOSE MANUEL CASAL

02 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

F isterra es hermoso y poderoso hasta en el nombre. Llevar el fin de la tierra, del mundo conocido, en los genes, es un pasaporte con visado preferente ante cualquier interlocutor. Son enormes decenas de miles al año, y lo seguirán siendo, rastreando las huellas de muchos más que desde hace milenios acuden a asomarse al Atlántico. Y no es un finisterre cualquiera, con todo lo que eso marca, sino uno pletórico de cultura y patrimonio, algo de lo que adolecen otros al sur y al norte que, sin embargo, gestionan mejor esa inmensa capacidad de atracción planetaria.

De ese pasado hay marcas de obligatoria contemplación y hasta estudio, como la iglesia de Santa María, románica y evolucionada, primera arquitectura (dispensando a la pétrea de San Guillerme) que se complementa con otras vanguardistas como la de la nueva lonja, de Creus & Carrasco, ganadora de premios de diseño y que ha reanimado una fachada marítima que clamaba por una intervención. Y en la que, desde luego, aún puede hacerse mucho más, aunando trabajo público y privado, pese a lo complejo que es todo eso, sobre todo cuando hay que pintar, recebar o adaptarse a unas normas armónicas.

El alma fisterrana aguanta en el casco viejo, y más lo hará cuando se completen rehabilitaciones. Por callejuelas, por balcones al océano, a la Ribeira o al castillo, por Calafigueira o serpenteando hacia las huertas de A Insua. Bajando al mar -a los mares- que recorre todos los costados de su cuerpo alargado, o subiendo a la Nave o al Seoane. La punta del Cabo, el faro, el entorno, eso ya es otra cosa. Como en los ejemplos anteriores, más será cuando concluya el plan director que tanto promete, gastado casi de tanto anunciarlo, pero necesario para mantener el dinamismo de un pueblo que es parte de la Historia.