Las medidas de naturaleza fiscal suelen ser una interesante arma política, pero también fuente de conflicto. Algo así sucede estos días con motivo de la propuesta que el PP y Terra Galega formalizan en Carballo para que las viviendas vacías estén exentas, o gocen de algún beneficio, en el pago de la tasa de recogida de basuras.
Técnicamente, es una proposición que parece irrealizable, porque definir el concepto de vivienda no ocupada es extremadamente complejo (pensemos en una vivienda vacía, que, sin agua ni luz corrientes, es usada los fines de semana, por ejemplo, para comidas y fiestas, generando residuos).
Pero lo fundamental es que de llevarse a término implicaría una revisión de la propia raíz del concepto impositivo. Las tasas (como los impuestos, aunque con particularidades en las que ahora no procede ahondar) se abonan por el ciudadano para la obtención de un servicio público.
Exención
Si condicionamos el pago de la tasa de recogida de basuras al hecho de que la vivienda esté habitada, tampoco habría inconveniente en admitir la exención del impuesto municipal sobre vehículos de tracción mecánica si no usamos el coche, o, por lo mismo, y aplicando una reducción al absurdo, pedir la exención de cualquier tipo de tributo vinculado a un servicio si afirmamos no hacer uso de dicho servicio.
En el caso de la tasa, esta se da precisamente por la prestación de un servicio que no distingue entre habitantes, ni entre la cantidad de desperdicios que genera cada vivienda. El hecho de que una vivienda sea susceptible de generar tales residuos basta para entender justificado el gravamen.
Quizá el camino intermedio vendría entonces por gravar exclusivamente al productor de basura, y que su tasa sea más elevada cuanto más residuo genere, pero crear un sistema de identificación personalizada de residuos quizá pueda resultar excesivo, antojándose en comparación el actual sistema como mucho más práctico y justo.