Un japonés agradece con un libro la ayuda de 15 años atrás

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

CARBALLO

Koji y Carmucha Velay, ayer en Fisterra.
Koji y Carmucha Velay, ayer en Fisterra. JORGE PARRI

El viajero nipón convierte en personajes de novela a los fisterráns que le acogieron cuando llegó desvalido al pueblo

07 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Estuvo vagando por Portugal pero no llegó a conectar con nadie, con lo que ya en Santiago vio el «fin del mundo» en una pequeña guía de viajes y puso rumbo al lugar donde estaba «la última parada del autobús». Allí, en Fisterra, se topó con José María Velay Insua y hoy tiene una página en el álbum de fotos de la familia.

Al viajero japonés Koji Ikariyama nunca se le olvidó el trato recibido en la Casa Velay fisterrana y, aparte de mantener el contacto todos estos años, ha vuelto a verlos acompañado de su esposa y con La maleta, una pequeña novela, ilustrada con dibujos de amigos que rememoran vivencias de sus estancia en la localidad. Una modesta obra, que surgió de su afán por aprender castellano, en la que los protagonistas son miembros de la familia Velay y otros personajes de la Fisterra de la época.

«Yo estaba aquí miraba el paisaje y la gente qué trabajaba en la cocina pero no hacía nada. Tenía mucho tiempo libre y le pregunté a Carmucha [Velay Fernández] si podía hacer algo», cuenta Koji.

La matriarca de la familia y ama de los fogones, recuerda como aquel japonés desconocido, al que le daban alojamiento y comida, empezó a lavar platos y a aprender cocina con ella. Fueron solo tres meses, pero muy intensos y llenos de recuerdos. «Eu vía que era un rapaz excelente e unha persoa humilde. Non son de desconfiar de ninguén e, como se notaba que o estaba pasando mal, non tivemos problema en acollelo como un máis da casa», explica la hostelera, que entonces compartía el día a día, con la ya fallecida Pepita Castreje Lamela, que trabajó con ellos desde los nueve años. «Él tiña vergoña, sempre dicía que non quería máis, que era suficiente, pero Pepita, entre as señas e tal, dicíalle: ?Que queres comer Kojiño, fágoche unha tortilla? e así se converteu no noso Kojiño. A Pepe Cebrán, que tamén viviu sempre que nós e que xa faleceu, tamén lle quería moito e ao igual que a Pepita púxoos no libro», explica Carmucha.

Así, con «perdón, gracias, hola, buenos días», las palabras que Koji sabía se forjó una amistad que perdura.

«kojiño» vuelve a casa velay de fisterra