La solidaridad de las vidas que se apagan

Á. palmou CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Juanma Abelleira Ronquete

04 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Existen muchas maneras de ejercer la solidaridad, pero de entre todas ellas pocas son tan importantes y al mismo tiempo exigen tan poco sacrificio -el principal, librarse de ciertos miedos y prejuicios- como convertirse en donante de órganos y permitir que una vez que uno ha fallecido parte de su cuerpo sirva para ayudar a que otra persona pueda seguir viviendo.

Galicia, al igual que el conjunto de España, puede presumir de estar a la cabeza del ránking internacional de donantes, pero las cifras siempre son mejorables y aún hay además un ámbito en el que queda camino por recorrer. «No venimos aquí a hacer nuevos donantes, sino a convencer a las familias de la importancia de esta práctica», apuntó ayer en el salón de plenos de Cee Alejandro Montero Salinas, enfermero de la Unidad de Trasplantes del Chuac, antes de abordar una de las trabas que aún existen a la hora de llevar a la práctica la donación de órganos y tejidos de una persona que ha fallecido.

En el transcurso de la charla, organizada por el centro social y el CIM ceense -que dirige Conchi Millán Calenti- en el marco de una campaña patrocinada por la Diputación, Montero explicó que, aunque una persona haya expresado su intención de ser donante -e incluso tenga la tarjeta que así lo acredita- en caso de fallecimiento la práctica es que sea su familia la que deba dar el consentimiento.

Es aquí donde las estadísticas empiezan a flaquear en Galicia, puesto que en una cuarta parte de los casos la respuesta de los parientes es negativa, frente a otras comunidades, como el País Vasco, donde esa oposición se reduce prácticamente a cero.

Con el objetivo de vencer esta resistencia sentimental y cultural, Montero hizo escala en Cee para explicar los aspectos éticos y legales que intervienen en esta práctica, relatar como se desarrolla el proceso y resolver las dudas que le pudieran plantear. Precisamente, una de las preguntas formuladas fue si la tarjeta de donante tiene validez legal, cuestión que Montero respondió explicando que no y que la opinión de la familia es la que prevalece.

Explicó que este rechazo se da en todos los estratos sociales y niveles culturales y apuntó que, por contra a lo que puedan pensar algunas personas, «hay estudios que demuestran que las personas que la familia que ha donado afronta el duelo de una manera mejor».

«Hacen falta unas 100 personas para llevar a cabo una extracción y un trasplante», detalló poniendo de manifiesto también la complejidad de una cadena solidaria amparada por un complejo sistema sanitario, pero que sería inviable sin un componente clave: «Es un acto altruista generoso y solidario que nos une como sociedad» y que permite dar esperanza a otras personas.

De esto es testigo directo José Manuel de Llano Agudín, un vecino de A Coruña que hace 14 años se vio al borde la muerte por los fallos irreversibles producidos por el alcohol en su hígado y su páncreas. Un doble trasplante le concedió una segunda oportunidad y desde entonces se ha convertido en un activo divulgador de los beneficios de esta práctica. La charla de ayer en Cee se suma al cerca de medio millar de actos en los que ha participado desde entonces compartiendo su experiencia y animando al público tanto a llevar una vida sana como a vencer las reticencias que aún despierta en muchos el hecho de convertirse en donantes o de consentir que sus familiares ya fallecidos lo puedan ser. «Es muy importante que la gente sepa que así se salvan vidas».