«Vi tantas cosas bonitas en el Camino que es como si estuviese pintado por Van Gogh para mí»

La Voz

CARBALLO

01 sep 2014 . Actualizado a las 07:10 h.

Isabel Espinola González nació en Paraguay, pero hace 25 años que vive en Italia. Ayer, se acercaba caminando a Fisterra, estaba a punto de alcanzar el fin del mundo, y lo hacía a pie, en compañía de una amiga, Elisabetta. Ellas dos engrosarán la cifra de los 8.200 peregrinos que pasaron por el albergue público de la localidad, porque hacia allí es a donde se dirigían. Después, avanzó Espinola, irían al faro, para quemar sus vestidos viejos, siguiendo una tradición de tantos.

Isabel hablaba ayer con gran simpatía y amabilidad de su Camino. Para ella, supone terminarlo, porque lo inició hace dos años. «Para mí es un encuentro con Dios», valoró en un primer momento esta peregrina de 56 años. Pero también muchas cosas más: «He visto un concierto natural lindísimo, he visto campos de trigo dorados, un cielo azul como zafiro, campos de girasoles... Vi tantas cosas bonitas que es como si estuviese pintado por Van Gogh para mí», describe. Preguntada por la dureza de los tramos, asegura que el Camino es «como la vida». Esto es, con días «muy dolorosos» y otros que no lo son tanto: «Los hay fabulosos y lindos, como el de hoy [por ayer]». No se quedó indiferente al divisar el mar ya al final de la etapa. «¡Qué linda eres, Fisterra!», cuenta que exclamó al verla. Era su primera vez en la localidad. «No solo el mar, que es como turquesa, sino las embarcaciones de colores...», añade. Cree que así de hermoso es, sobre todo, para quien lo hace con una espiritualidad como la suya.

Aunque peregrinan juntas, las dos compañeras no lo hacen por el mismo motivo. Isabel refuerza su fe en Dios, da gracias, mientras que su compañera «busca respuestas a la vida». Prueba de que dos finalidades diferentes pueden convivir. «Cada uno de nosotros, cada uno de los que comienza el Camino, tiene un motivo», asegura.

Elisabetta, a medio camino entre el idioma italiano y el español, también resume con un «muy bonito» todo lo que ha vivido. Ya había caminado anteriormente por la ruta, pero en invierno. En verano es realmente diferente. Por encima de lo duro que pueda ser y de las preguntas que uno tenga que hacerse, asegura que se encuentra «muy bien». También físicamente. De hecho, reía, la primera ampolla le salió justamente ayer, cuando ya terminaban su peregrinación en Fisterra.

«Es como la vida, hay días muy dolorosos y otros que son lindos y fabulosos»