«Luché toda mi vida, siempre pensando en Galicia, mi patria»

Patricia Blanco
patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ana Garcia

Durante 43 años, este zasense ocupó diversos cargos en el Centro Gallego de Buenos Aires

19 ago 2014 . Actualizado a las 09:47 h.

A punto ya de acabar los dos meses de vacaciones en su tierra natal, Ovidio Garrido Lema (O Sixto, Gándara, Zas, 76 años) regresará a Argentina este jueves, un país en el que lleva 57 años. «Ha sido una maravilla, me voy encantado de mi patria, de mi tierra querida, de las dos hermanas de la Casa Ovidio de Baio..., de todos». Durante 43 años, este zasense ocupó distintos cargos, y en casi todas las secretarías, en el Centro Gallego de Buenos Aires, incluido el de vicepresidente tercero. Su historia con la emigración comenzó en diciembre de 1957. Embarcó solo, con 19 años, aunque su novia ya esperaba allí. Hoy, Obdulia Rama es su mujer (llevan 54 años casados, más siete de noviazgo: cinco en Galicia y dos en Buenos Aires). Ovidio dejó todo aquí para llegar a un país donde no tenía nada, salvo otros precedentes familiares.: «Fue mi tía Generosa quien me reclamó. También mi papá había ido tres veces a Argentina, una de soltero y dos de casado». El viaje en aquel barco duró 19 días. Hoy, en avión, tardan solo 12 horas. Otro mundo.

-¿Qué recuerda de aquel día en que dejó Galicia? ¿Cómo afrontó la llegada a Argentina?

-Mi novia se había ido 20 días antes, por cosas de papeles. Ella tenía dos hermanas en Argentina. Llegué con 19 años y pico. Fue un país que nos recibió con los brazos abiertos, por algo le llamaban la cuarta provincia gallega, de tantos gallegos que había. Yo fui uno de ellos. Luché toda mi vida, siempre pensando en Galicia, mi patria, luchando por ella: cuando acá no se podían leer libros, nosotros mándábamos... Esta es mi patria, jamás me olvidaré de ella, y mire que han pasado 57 años, pero me acuerdo de todo, hasta de los campos y de toda la gente. En Argentina fui a parar a la misma habitación donde un día mi padre se había hospedado. Estuve 48 años sin venir a Galicia. Volví por primera vez en 1998.

-Nada menos que 43 años en una institución tan importante.

-El Centro Gallego se fundó en 1907, ha tenido hasta 110.000 socios y me permitió tener contacto con muchas personas. Soy un admirador de Castelao, de Rosalía, de sus obras... En esos 43 años jamás cobré un centavo por esas labores, preocupándome por mis paisanos. Amo a Argentina, un país rico, pero lo digo claro: mi corazón y mi sangre están acá en Galicia, mi vida allá. No me canso de venir a mi patria: desde 1998 lo he hecho 12 veces, diez con mi esposa y por mi cuenta, y dos por protocolo. Tengo acá una hermana [fueron seis en total, cinco mujeres y él, que es el más joven]. También muchos sobrinos. Me reciben maravillosamente: no saben qué hacer conmigo, ni yo con ellos.

-Ya Castelao había fallecido cuando usted llegó a Argentina.

-Sí, él murió en 1950. Cuando lo repatriamos para aquí, tuve el privilegio de estar allí. Salió su féretro del cementerio de la Chacarita, y vino a la iglesia de Santa Rosa de Lima, frente al Centro Gallego. Lo recuerdo todo de aquel momento. Llovía. La habitación donde él falleció sigue teniendo parte de su documentación: ese cuarto no se ocupó nunca más. Castelao era un hombre valiente.

-¿Cómo fue su vida en Argentina?

-Durante 35 años me levanté todos los días a las tres y media de la madrugada. Un amigo me decía: «Eso no es madrugar, es levantarse a la media noche». Tuve varias confiterías, ahora están vendidas y un par de locales alquilados. No soy un hombre con vicios, me conformo con lo que tengo. Llegé a trabajar en tres trabajos, iba dos horas a la escuela por las noches... Llegué a esos cargos porque la gente creyó en mí, y ese es mi único capital. Llegué a ser respetado y apreciado y por eso quiero mucho a la Argentina. Allí muchos hijos y nietos de gallegos, entre los que me incluyo, tienen la doble nacionalidad, hablan gallego... Amamos a nuestra patria, estamos siempre en contacto, nosotros aquí no somos extranjeros.

-Verá que Galicia ha cambiado mucho desde que usted se fue.

-Cuando volví por primera vez, en 1998, no podía ocultar los llantos. Agradezco a España y a Galicia por ello. Creo también que Manuel Fraga ha hecho mucho por los emigrantes. Me quedé admirado de todo lo que habían hecho aquí cuando volví: sacar aquellos barros y aquellas lamas que había delante de las puertas... Tenía yo antes de irme una bicicleta y cuando iba desde Gándara hasta A Pedra (Cabana), no me llevaba a mí la bicicleta, sino que era yo el que tenía que llevarla a ella. Desde A Pedra hasta A Margarida [el lugar donde vivía la que hoy es su esposa] había una pista, que todavía sigue hoy. Era mucha pobreza. Antes de irme trabajé también en las minas de Varilongo, en la de A Brañeira... Tenía 16 o 17 años, era un niño, pero amo el trabajo, la paz, poder llevar la frente al alto. Mi capital es mi trabajo, y soy el hombre más feliz.

-¿Cuando se marchó de aquí ya tenía un trabajo asegurado allá?

-No, no iba con trabajo. Mi tía, que ya era muy mayor, fue la que me reclamó. No conocía a mis tíos, pero mi novia ordenó de irnos a Argentina. Yo estaba enamorado, así que nos fuimos los dos. Al día siguiente de llegar, mi tía me mandó a sacar el DNI al Departamento Central de Policía. Allí enfrente entré en un bar que se llamaba Centinela. El mozo me preguntó si tenía trabajo, le dije que no y allí me quedé. Fue donde empecé a tener contacto con la gastronomía. Comencé desde abajo, como toda mi vida.

-Y ahora, de nuevo, los jóvenes tienen que emigrar desde Galicia...

-Es mi preocupación. Cuando en mis tiempos salían los barcos desde Vigo, era casi una despedida para siempre. Era muy duro, pero espero de todo corazón que aquí se pueda recuperar a todos estos niños y familias sin trabajo, porque de verdad lo digo: no hay cosa más bonita que la patria de uno. Los políticos tienen que pensar en sus pueblos, y estos quieren bienestar.

ovidio garrido lema