Los caminos medievales desde la villa corcubionesa

Luis Lamela

CARBALLO

«La geografía de los precarios caminos que comunicaban Corcubión con el resto del mundo, además del mar, era el camino a Santiago por el puente de Brandomil, que de Compostela llevaba a Fisterra».
«La geografía de los precarios caminos que comunicaban Corcubión con el resto del mundo, además del mar, era el camino a Santiago por el puente de Brandomil, que de Compostela llevaba a Fisterra». casal< / span>

«Las malas comunicaciones terrestres fueron siempre un factor de aislamiento»

19 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La autosuficiencia entre los vecinos de Corcubión no existía. Los pescadores tenían que acudir a compras de productos del campo y los campesinos necesitaban abastecerse de productos que ellos no producían, en un comercio de corta distancia: se vendía para comprar de nuevo, para satisfacer las necesidades básicas, originándose una circulación simple de mercancías, utilizándose unas veces el trueque y otras el dinero en las transacciones. Como ejemplo, pensemos en las vendedoras de pescado que recorrían pueblos y aldeas hasta la década de los años setenta del siglo pasado utilizando el intercambio mixto: el trueque y el dinero.

Nuestros antepasados tuvieron que acudir también a las ferias que se celebraban fuera del término municipal corcubionés, aunque las malas comunicaciones terrestres fueron siempre un factor de aislamiento, produciéndose robos e inseguridad en los caminos. Dejando fuera la actual carretera que viene de A Coruña y la que por Cee nos lleva a Muros, vías muy posteriores a la época que recorremos, la geografía de los precarios caminos que comunicaban Corcubión con el resto del mundo durante la época medieval, además del mar, era el camino a Santiago por el puente de Brandomil, que de Santiago llevaba a Fisterra por Cotón (Negreira), llegando a Ponte Olveira. De allí seguía por Santiago de Olveiroa, Hospital y Marco de Couto para dirigirse después a San Pedro de Buxantes, continuando por Fonte Romeu y la ermita de San Pedro Mártir, pasando a Cee y después a Corcubión, en donde seguramente paraban los caminantes para recuperar fuerzas y descansar antes de seguir a Fisterra.

Existía también el camino de Fisterra-A Coruña, que seguía una antigua vía romana o camino real y que iba de Fisterra pasando por Corcubión a Dumbría por el crucero de las Yerbas, para seguir a Baiñas por Alvarellos, en un trayecto casi paralelo a la carretera actual.

Tenemos igualmente la redistribución de las mercancías recibidas por los puertos de Muros y Noia, el llamado camino del mar, con un tráfico periódico de pequeño cabotaje entre rías para suministrar a Corcubión diversas mercancías procedentes de los puertos del Mediterráneo, y que suponemos también se aprovechaba el tornaviaje para llevar pescado curado y salado para su exportación en buques desde los citados puertos de Muros y Noia.

Si pensamos que la comunicación marítima era más viable que la terrestre entre las distintas poblaciones existentes en cada ría, tenemos el resultado de que entre Corcubión y Muros o Noia existió una gran comunicación marítima dedicada al abastecimiento de mercancías importadas, y que regularmente eran Muros y Noia quienes las recibían, aunque ya estamos separándonos del límite temporal de nuestra intervención que es la referida a la Época Medieval.

Los caminos terrestres, además de otros muchos interiores entre poblaciones de la jurisdicción, son por los que circularon toda la pobreza, la riqueza y el desarrollo en una economía de intercambio no muy alejado del trueque: mercancías, ferias, peregrinos, limosneros..., caminos inseguros por los numerosos maleantes, con un tráfico inexistente de circulación rodada en los viajes y transporte de mercancía, con excepción de los carros del país en distancias más o menos cortas, desplazándose los viajeros o a pie o a caballo y a lomos de mulas las mercancías. En la entrada y salida del pueblo era donde se cobraban las alcabalas o los portazgos a los mercaderes, artesanos o agricultores por la mercancía que transportaban y circulaba, recibiendo como justificación un albalá de guía, recibo que impedía que les molestasen en lo sucesivo de su recorrido.

La vigilancia y policía de los caminos dependía del merino del señor de Altamira, que recibía instrucciones concretas del conde, Lope Sánchez de Moscoco, que guardasen todos los caminos reales cada uno en su jurisdicción para que prendiesen a los que pasaban, y así saber quien llevaba cartas. Así se hacían y muchos temían la pasada. El mantenimiento se conseguía a través de la prestación llamada fazendeira, saliendo el dinero para estas obras de la recaudación de peajes y portazgos y de la propia fazendeira cuando esta se redimía en metálico, ejerciéndose cierta vigilancia por los alrededores de la villa, aunque los caminos estaban generalmente desprotegidos abundando los bandoleros y asaltadores de bienes ajenos, profesionales.

«La vigilancia y policía de los caminos dependía del merino del señor de Altamira»