Una economía de subsistencia

Luis Lamela

CARBALLO

Las limitaciones del puerto y el sistema de privilegios limitaban la actividad

23 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El sistema de privilegios de carga y descarga y salazón de los vecinos puertos de Muros y Noia contribuyó a favorecer los intercambios de corto radio en la ría.

Para el abastecimiento de los pueblos el mar era el sistema más cómodo y económico de transporte y en el siglo XV, aparte de las capturas que se vendían fuera, llegaban tratantes para comprar la pesca, indicativo de que en Corcubión existieron algunos secaderos, tanto de congrio como de merluza, y un número importante de residentes que se dedicaban al secado, salado y preparación del pescado para consumir a corto y medio plazo. En épocas de hambre, quizás también se descargase grano de trigo o centeno por parte de algún buque como sucedió en Muxía, tomando sardina como cargamento de retorno, al existir, por su condición de posesión de los Altamira, cierta libertad clandestina para la salazón y el comercio al por menor, vendiendo parte del pescado -congrio y merluza curada, xarda, sardina «cabezuda y escochada», salada, y también arencada...- a comerciantes forasteros -mercaderes del norte, asturianos, cántabros o vascos, y de Burgos, Portugal o Cartagena, entre otros-, que recalaron en nuestra ría por distintos motivos.

Ausencia de burguesía

Los mercaderes fueron un sector minoritario en Galicia, e inexistente durante la época medieval en Corcubión. Por las limitaciones del puerto y la ausencia de privilegios para carga y descarga, no se desarrolló una burguesía -esta nació de artesanos y mercaderes y no eran ni señores feudales ni campesinos sometidos a servidumbre, ni hombres de iglesia- que compitiera comercialmente con los puertos de Noia y Muros. Ni pequeños comerciantes ni patrones de cabotaje con medios para competir en el mercado de fletes ni en la exportación -durante los siglos XIV y XV no aparece ningún buque con origen como puerto armador Corcubión comerciando en el Mediterráneo-, coartados por la dependencia señorial y la carencia de privilegios.

En el pueblo permanecieron campesinos y jornaleros que dejaron sus ocupaciones para emprender en la ría el reto de poder comer, gentes de mar sin dejar completamente su anterior ocupación de cultivar tierras alrededor de la villa.

Aunque, sin duda, existió también una mínima aristocracia local a partir de mediados del siglo XV, algunos hidalgos o falsos pecheros que querían entrar en ella, y caballeros, algunos de los cuales nunca ejercieron el oficio de las armas, cargos o representantes todos del señorío de los Altamira, amarrados a las rentas de la tierra y de la propiedad urbana, interesados en no pagar los impuestos que pagaban los siervos, así como algunos presbíteros y curas.

Los impuestos de los Altamira

El conde de Altamira dictaba ordenanzas relativas a los precios de los artículos (como el vino o la carne), sobre las medidas a utilizar y las normas de caza, etcétera, condicionando el crecimiento y la economía del pueblo. Durante el siglo XV tuvo la potestad de nombrar a la mayoría de los cargos públicos de relevancia en la administración local.

Por derecho de señorío percibía de cada vecino de la jurisdicción un real y medio, aunque los viudos de ambos sexos y los jóvenes con casa abierta aportaban tres cuartos de real. Los hidalgos y pobres no pagaban nada. En números suponía cantidades muy pequeñas: menos de 100 reales, pero también percibía por señorío 3 millares de sardina al año del Gremio del Mar por el uso del Campo da Viña, en donde los mareantes y pescadores extendían las redes, lo que sumaba menos de 15 reales. En el rural, por el derecho llamado de carneiro de lobo recibía de cada vecino que tuviese más de tres carneros un real y medio al año y las viudas entregaban dos gallinas o por ellas 3 reales. También se beneficiaba de los Mostrencos, Penas de Cámara (multas judiciales) y, sobre todo, de las Luctuosas, que originariamente consistía en el mejor animal, pieza de ropa o utensilio a la muerte del vasallo. Finalmente, por concepto de Facendeiras que cobraba en 10 lugares, percibía cada año una cantidad quizás menor de 40 reales. Además de todos estos gravámenes señoriales, los condes de Altamira eran los mayores propietarios de la Jurisdicción, poseyendo numerosas casas y docenas de fincas que rentaban miles de ferrados de trigo y centeno, cuartillos de manteca, medio centenar de gallinas, algunos carneros y un millar de reales...

Los recursos de la pesca y de la tierra favorecían una economía de subsistencia y permitían sobrevivir a duras penas sin recurrir a grandes intercambios exteriores, impedidos también por la inexistencia de comunicaciones terrestres cómodas, en un aislamiento por tierra, y con el puerto sin el privilegio de carga y descarga. Excepto la sal, por su utilización industrial, y el vino -en tiempos anteriores se consumía sidra-, y algo de paños de lino y otros de tipo tosco, eran pocos los productos que podían necesitarse del exterior para seguir subsistiendo fuera de las épocas de malas cosechas y de los períodos de hambre, aunque nada conocemos de como afectó a Corcubión la peste negra que sufrió toda Europa a mediados del XIV.

Tampoco se exportaba más que la pesca salada y, si la consideramos exportación, el aprovisionamiento de embarcaciones que arribaban a la ría en busca de abrigo. Por eso, no podemos pensar en grandes fiestas ni mercados en Corcubión durante la Baja Edad Media, ni teníamos entidad suficiente como para que se celebrasen masivos intercambios comerciales hasta bien entrado el siglo XVII.

El comercio de la madera

La madera fue otra fuente de riqueza de la zona. Por las dificultades del acarreo para trasladarla a los puertos de privilegio, pudieron exportarla otros puertos que también estaban exentos desde fines del siglo XIII de pagar diezmos de la mar por la madera que se enviaba al extranjero, aunque los mercados gallegos, y por tanto el de Corcubión, no rebasaron nunca el ámbito peninsular en este tipo de comercio.

No hay documentos que lo certifiquen, pero quizás desde Corcubión se pudo exportar hasta carballo y castaño desde fechas muy tempranas, a pesar de las dificultades de no contar con instalaciones portuarias idóneas para la carga, constatación que basamos en la gran tradición de puerto maderable detentado siempre, el único puerto de la ría que dio salida a este producto.

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