El cuerpo a cuerpo entre hombres y caballos asombra en Vimianzo

Manuel Rey
manuel rey CARBALLO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

Dos aloitadores tratan de reducir a una de las más de setenta reses que bajaron desde el monte hasta el campo de Areosa.
Dos aloitadores tratan de reducir a una de las más de setenta reses que bajaron desde el monte hasta el campo de Areosa. ana garcía< / span>

Más de cuatro mil personas, según la organización, asistieron a la Rapa

21 jul 2014 . Actualizado a las 11:27 h.

Casi cien animales luchando contra unos veinte aloitadores en el curro de Areosa. A unos metros, agolpadas tras las vallas y abarrotando el anfiteatro que domina el campo, más de cuatro mil personas presenciaron la decimosexta edición de la Rapa das Bestas de Vimianzo.

Ayer era el día grande, y la lluvia respetó el momento más destacado. Sin embargo, las nubes tapaban el sol, lo que llevó a muchos turistas a la rapa en vez de a la playa. No hubo tanta suerte el sábado por la noche, cuando un chaparrón obligó a suspender la que iba a ser una de las novedades de este año, el paso nocturno de los caballos hacia el curro.

Pero si la rapa resultó un éxito absoluto, no se quedó atrás la tradicional comida que la asociación Cabalar e Cultural Monte Faro celebró antes del acto principal de la jornada. Según la organización se despacharon más de 1.500 raciones de carne de potro, cerdo y ternera. En seiscientos kilos de carne de equino que, según algunos de los presentes, estaban «exquisitos» y que prácticamente se agotaron.

Poco antes de las seis de la tarde, los aloitadores se lanzaron a la lucha cuerpo a cuerpo contra los caballos, que empezaron a girar en círculos para evitar ser atrapados. Los encargados de cortar las crines eran en su mayoría de Vimianzo, aunque algunos llegaron desde Pontevedra y Lugo. Y entre ellos, destacó un joven de ascendencia vimiancesa pero residente en Barcelona que, con solo ocho años, entró al curro para rapar a algunas de las bestas.

Poco a poco, el campo se fue vaciando de bestas y pasadas las siete de la tarde solo quedaba uno de los machos, que el sábado ya había ralentizado la bajada de las reses hacia Areosa por su bravura. Sobre las nueve de la noche, las bestas volvieron a cabalgar en libertad por el monte después de un fin de semana de cautiverio.