Victorino Abente y Lago, de Muxía a poeta esencial en Paraguay

Luis Lamela

CARBALLO

1898. Familia Abente-Mislovsky: Antonia, Manuela, Victorino Abente, Leandro, Isidro y Balbina. Sentada, la esposa de Victorino, Isabel.
1898. Familia Abente-Mislovsky: Antonia, Manuela, Victorino Abente, Leandro, Isidro y Balbina. Sentada, la esposa de Victorino, Isabel.

Crónica vital de un joven que huyó de la sotana y del sacerdocio

25 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Con el lento y gradual derrumbe del paso de los años, mucho de nuestro pasado, si no está perdido, está olvidado, excluido de nuestro presente por el desgaste del paso del tiempo que hace desaparecer muchos ecos. De nuestros antepasados, que son nuestros mojones y nuestro telón de fondo, conocemos unos pocos retazos o algunas pinceladas, lo que dejaron como testimonio material o inmaterial a las generaciones que les hemos seguido, pero poco más. Nada de sus recorridos vitales, de sus sufrimientos ni de sus aventuras, de sus logros o fracasos ni de sus decepciones y secretos. De su humanidad.

Victorino Abente y Lago -familiar de Eduardo Pondal y tío del poeta Gonzalo López Abente- nació el 2 de junio de 1846 en Muxía. Fue uno de los hijos menores del médico Leandro Abente Chans y de Manuela Lago Díaz. Sus hermanos varones fueron Ezequiel, Víctor y Victoriano, además de seis hermanas -Eduarda, Julia, Victorina...-. Victoriano y Ezequiel cursaron la carrera de Medicina en Santiago, incorporándose este último a la milicia castrense posteriormente -el antiguo hospital Militar de A Coruña lleva en la actualidad su nombre-, y teniendo en cuenta que las familias de buena posición de la época deseaban que un hijo se hiciese sacerdote, fue elegido Victorino para ello. Sin embargo, ante la posibilidad de vestir sotana, aquel joven de 20 años se sintió como un león en una jaula, y una noche de sueño intranquilo se fugó de casa poniendo tierra por medio, alejándose de su propio origen para embarcar como polizón en un barco que tenía como destino la isla de Cuba.

Estando en ese país en 1868, supo de una guerra que en Sudamérica había en aquel momento, concretamente en Paraguay, enfrentándose con sus vecinos Argentina, Brasil y Uruguay. Deseoso de aventuras, Victorino tomó otro barco rumbo a Buenos Aires, en su deseo de llegar a Paraguay, aunque el bloqueo del río de La Plata le impidió concretarlo, permaneciendo en Buenos Aires para trabajar en unos grandes almacenes proveedores del ejército argentino. Al caer la capital del Paraguay en manos de los invasores, la empresa en la que trabajaba lo envió en 1869 a Asunción como encargado de las provisiones del ejército triunfante: el de los aliados.

Ya en Asunción, Victorino buscó una pensión en dónde alojarse, conociendo allí, y enamorándose, de una de las hijas de la posadera, esta última viuda de un coronel polaco que había combatido a favor del Paraguay y muerto en una de las más feroces batallas. Se casó Victorino con Isabel Mislovsky y formó un hogar feliz con cinco hijos -Manuela, Antonia, Leandro, Isidro y Balbina-, consiguiendo una cierta estabilidad familiar y económica, además de prestigio social gracias a su tesón e inteligencia. Se convirtió en un destacado poeta de la cultura paraguaya al cantar las bellezas de su Muxía natal, con versos como O Corpiño, y de su tierra adoptiva, que hoy en día son parte importante de aquella literatura latinoamericana.

Contactos con la familia

Victorino Abente y Lago colaboró en numerosos periódicos del Paraguay, publicando gran parte de una obra poética, muy reconocida en aquel país, que lo admiró considerándole el «poeta de la resurrección nacional». Su obra dispersa en medios de comunicación de aquel entonces fue recopilada posteriormente por un nieto, apareciendo en 1984 en un volumen titulado Antología poética: 1867-1926. En todo ese ínterin, en un determinado momento Victorino Abente contactó con su familia, ocasión en la que sus padres decidieron enviar a otro hijo, al médico Victoriano, a buscarlo al país sudamericano para que regresase a Muxía. No obstante, también Victoriano decidió quedarse en Paraguay, casándose con María Haedo Machaín, miembro de una de las familias más antiguas y tradicionales del país, descendiente del conquistador español Domingo Martínez de Irala y de la india Leonor. Este matrimonio tuvo once hijos, entre los que estaba Víctor Abente Haedo, abogado, senador de la República paraguaya y Primer Gobernador de los Rotary Club.

Víctor Abente fue el padre de Luis Abente Saguier, a su vez padre de María Teresa Asunción Abente Brun, la esposa fallecida del actor y director de teatro paraguayo José Luis Ardissone Nunes -quien me facilitó esta información para ensamblar la historia- con el que tuvo 5 hijos y 11 nietos, extendiéndose los Abente muxiáns por Paraguay, Uruguay y la Argentina, sumando en 144 años más de 3.000 descendientes de Victorino y Victoriano.

Nació en el año 1846 en Muxía y murió en Paraguay en 1935

En 1984 se publicó «Antología poética: 1867-1926»

La muerte de su hija Balbina

Durante su larga estancia en Paraguay, Victorino viajó en dos ocasiones a España, en los años 1884 -año en el que nació en Muxía su hija Balbina- y 1907, en este último con intención de radicarse definitivamente en su localidad de origen. Se casó además su hija menor, Balbina, con un sobrino, el poeta Gonzalo López Abente, disfrutando de una inmejorable salud emocional al fundirse con la tierra que le había visto nacer y con el encuentro con sus amigos de la lejana adolescencia.

El regreso a la tierra adoptiva

Después de pasar un año de serena y breve felicidad, Balbina falleció al dar a luz su primer hijo, nacido también muerto, un motivo más, con el dolor de la pérdida, para decidir regresar a su tierra de adopción en donde habían fijado raíces sus otros hijos y nietos. Y seguramente que a Victorino, fatigado por el dolor de la pérdida y de tener que partir, se le empañaron los ojos por dejar a su hija enterrada en el cementerio de Muxía y saber que ya nunca más regresaría a la tierra que tanto amaba, y en la que había pensado descansar definitivamente antes que su hija, y enterrarse junto a los restos de sus padres, luego de haber dibujado con sus versos durante toda la existencia paisajes y sueños muxiáns.

Pero ya no podía elegir: debía salir de Muxía a la hora del alba, a la hora de huir, falleciendo posteriormente Victorino en Asunción-Paraguay el 22 de diciembre de 1935, muy pocos años después de que lo hubiese hecho su esposa.