El fracaso de las políticas de la austeridad

Pedro González

CARBALLO

21 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En marzo, Mark Blyth, profesor de Economía Política Internacional de la Universidad de Brown (EE.?UU.) definía la austeridad como «una forma de deflación voluntaria por la cual la economía entra en un proceso de ajuste basado en la reducción de los salarios, el descenso de los precios pero, sobre todo, un menor gasto público», Para el profesor Blyth, la austeridad no funciona porque no consigue ni la reducción de la deuda ni el fomento del crecimiento. La semana pasada hemos podido observar los datos relativos al conjunto de la deuda viva de las Administraciones Locales.

Aunque podemos afirmar que los concellos no son los que están más endeudados dentro del conjunto de las Administraciones y que, en términos agregados, presentan superávit, al realizar un análisis desagradado, observamos algunas cuestiones que tal vez resulten interesantes. Podemos comprobar como, por ejemplo, los concellos de Bergantiños presentaban en el 2009, dentro del indicador presupuestario legal, una ejecución del presupuesto (de ingresos) que se sitúa en el 78% en Cabana, un 85% en Vimianzo, un 63% en Carballo, un 72% en Ponteceso y un 74% en A Laracha.

Singularidades

Que existe singularidades y notables diferencias es evidente. Por ejemplo, el índice de dependencia financiera, que en el caso de todos municipios anteriormente citados se sitúa por encima de un 64%, llegando en algún caso a un 85%. O el índice de endeudamiento por habitante, en el que se observan algunos datos francamente elocuentes. Es el caso de Ponteceso, que en el 2009, según el Concello de Contas, tenía un indicador financiero como es el endeudamiento por habitante de 95,56 euros, para situarse después de los planes de ajuste del Ministerio de Hacienda en 795,4 euros. Y todo ello con una deuda viva de casi 4.745.000 euros. En el otro lado de la balanza se sitúa A Laracha, que pasó de un endeudamiento por habitante y año de 126,88 euros a 28. Seguramente conviene recordar que al mismo tiempo que se realiza un ajuste del gasto y de la deuda, se procedió al incremento de los ingresos. No olvidemos las subidas del IBI desde el 2010.

La austeridad no funciona porque no consigue la reducción de la deuda ni el fomento del crecimiento. En algunos casos al menos parece, que sí ha sido útil para reducir su deuda real, aquella que se refiere no solo a la deuda financiera o deuda viva sino también a la que figura en los balances de los entes locales en su pasivo como otras deudas a corto plazo y acreedores. Me estoy refiriendo a las facturas relativas a gastos que en algún momento se han definido como «facturas en el cajón» para cuyo pago, por cierto, también se han habilitado fondos del Ministerio de Hacienda con la finalidad de materializar su pago.

Endeudarse no es malo en términos económico-financieros. El problema surge cuando este endeudamiento no está bien planificado o dimensionado para la finalidad que ha sido diseñado.