Otro corcubionés en la guerra de Cuba

LUÍS LAMELA

CARBALLO

El corcubionés Porrúa, a su regreso de Cuba, se vio obligado a pasar la cuarentena en el Lazareto de Oza.
El corcubionés Porrúa, a su regreso de Cuba, se vio obligado a pasar la cuarentena en el Lazareto de Oza.

Crónica de la intensa vida militar y de la muerte de José Porrúa Rodríguez

09 abr 2014 . Actualizado a las 10:34 h.

Parece no haber llamado la atención de los que incursionamos en el pasado. Y esto es un claro ejemplo de que de la vida de nuestros antepasados conocemos poco, o casi nada. La historia del individuo que hoy recuperamos procede de una breve noticia necrológica aparecida en el periódico editado en Corcubión El Celta, en el mes de septiembre de 1901, surgiendo de una pequeña luz en medio de una enorme penumbra, y no de un ayer de certezas. Por tan escueto conocimiento nos faltan casi todas las piezas para armar el rompecabezas de su perfil, al encargarse el olvido de absorber en un sumidero las teselas del mosaico de su vida.

Vista desde esta ventana del siglo XXI, a estas alturas poseemos muy pocas referencias del militar corcubionés José Porrúa Rodríguez. Tampoco realicé investigación exhaustiva sobre su persona en los archivos militares, ni seguí rastro alguno. De cualquier manera, conocemos que en 1809 el apellido Porrúa era el de una de las poderosas familias de la comarca. Y nuestro protagonista fue hijo de uno de esos Porrúas. Concretamente de Francisco Porrúa Valdivieso, que ejerció de alcalde de Corcubión entre 1838 y 1839, y de Ana Rodríguez Mayan. Sus abuelos paternos fueron José Porrúa Valdivieso, alcalde de Corcubión entre 1825 y 1826 y también en 1836, y María Figueroa. Por parte materna, eran Antonio Rodríguez Mayán y Teresa Blanco, ambos naturales de Cee.

Como hermanos de José localicé a Francisco Porrúa Rodríguez, nacido en 1825, capitán de la Marina Mercante y alcalde de Corcubión desde abril de 1881 a julio de 1883; y a Antonio Porrúa Rodríguez, nacido en 1829, médico titular de Corcubión desde 1863 a 1893, año en el que falleció, médico también de la Cárcel del partido y de la Sanidad Marítima y alcalde desde el 10 de abril de 1863 al 6 de enero de 1865, apareciendo en la documentación consultada como uno de los mayores contribuyentes fiscales. Antonio es el más conocido de los hermanos y desde hace mucho tiempo existe una calle en Corcubión con su nombre. También localicé a Manuel Porrúa Rodríguez, nacido en 1835, piloto de la Marina Mercante, alcalde de Corcubión desde septiembre de 1867 a marzo de 1876.

Como militar, José Porrúa vivió en primera persona en un mundo azotado por la intemperie, participando en la Revolución de 1868, también llamada La Gloriosa, que puso fin al reinado de Isabel II. Por esta intervención, y por su buen comportamiento y arrojo, alcanzó el grado de Teniente de Caballería. Pero muy pronto, en 1869, fue enviado a luchar en la primera guerra en Cuba, y cuyo resultado final produjo la abolición de la esclavitud en todas las colonias españolas de América. Aunque regresó más tarde a España, volvió otra vez a finales del siglo XIX a la isla caribeña para participar en la segunda y definitiva guerra, la que tuvo final en 1898 con la pérdida de la colonia. Por todos sus méritos militares, José Porrúa consiguió el grado de Capitán además de varias condecoraciones, entre ellas las de María Cristina.

Innumerables acciones

Fueron innumerables los hechos de guerra en los que participó el corcubionés. Uno de ellos, estando al frente de una avanzadilla, llegándole noticias de que un pequeño destacamento de guerrilleros españoles se encontraba en inminente peligro, atacado y hostigado por los insurrectos isleños. Con un elevado sentido del deber, José Porrúa no se arredró y sin pensarlo mucho, empujado por la urgencia y la audacia y valentía, corrió en su auxilio con un puñado de soldados, llegando a tiempo de impedir que el grupo de guerrilleros españoles, que estaba oponiendo una resistencia muy débil, fuesen macheteados por los insurrectos cubanos, cuando ya nuestros compatriotas estaban extenuados por el cansancio y diezmados por el mortífero fuego enemigo. Por su propia mano José Porrúa dio muerte al cabecilla de aquella partida, un tal Mirabull, conservando como recuerdo de armas un anillo que había pertenecido al jefe insurrecto.

No obstante, con la derrota de las tropas españolas en 1898 y aquel mundo confuso que vivió la metrópoli con la pérdida de las últimas colonias, el corcubionés José Porrúa Rodríguez, capitán de Caballería, fue repatriado a España -seguramente en el buque Ciudad de Cadiz- a finales de septiembre de 1898, llegando como vencido y desmoralizado, malnutrido y con mucha amargura, viéndose obligado a pasar el tiempo de la cuarentena en el lazareto de Oza. Allí vio morir a muchos de sus compañeros de repatriación, soldados que habían luchado codo a codo contra los insurrectos. Muy poco más tarde, convertida su vida en una ruina por las penurias sufridas en la campaña cubana, el clima y las rudas fatigas de la guerra, las fortalezas de su lucha se convirtieron en una salud muy debilitada. Falleció en el verano de 1901 en Palencia, sumándose así a las demás víctimas corcubionesas de la guerra de Cuba, entre las que identificamos también a otro joven que estaba en la Escuadra en Santiago de Cuba, aniquilada por los americanos...