El potencial productivo de los montes

Luis García

CARBALLO

09 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En los usos del suelo en Galicia se dan una serie de paradojas que podrían desconcertar si no se analizan los datos en el contexto adecuado. Por una parte, 2/3 de la superficie están dedicadas a terreno forestal, pero la silvicultura apenas aporta el 3,5% del PIB de la región y poco más de 20.000 empleos directos.

Por otra parte, las condiciones naturales el medio físico (relieve, clima y suelos) son idóneas para las producciones vegetales, y en consecuencia las arbóreas. Sin embargo no todos los terrenos de monte están aprovechados para la producción forestal, pues las carencias de ordenación y el minifundismo hacen que más de un tercio de la superficie forestal de la comunidad autónoma figure como improductiva para las industrias madereras.

Parcelas demasiado pequeñas, con precariedad en los accesos y escasos o nulos cuidados nos introduce en el círculo vicioso de los incendios forestales ya endémicos y a los que se destina año tras año ingentes partidas del presupuesto. El monte productivo se cuida, no arde y resulta productivo para los propietarios y para la sociedad en general.

En el modelo agrario tradicional el monte formaba parte importante de la economía familiar; de él se obtenían recursos y rentas por lo que recibía cuidados. Al mismo tiempo pequeñas industrias madereras transformaban la materia prima para responder a las demandas locales. Desde hace unas décadas este modelo se ha distorsionado hasta romperse generando plantaciones forestales por doquier en bastantes casos de propietarios absentistas más pendientes de la puntual subvención que de la productividad futura.

El potencial productivo del monte en Galicia es evidente; pero para su optimización se precisa la conjunción de inversión publica y privada en el mismo y el establecimiento de alianzas entre el eslabón productivo y el transformador. Según algunos expertos hay posibilidades de triplicar la producción, la facturación y el empleo en torno al monte. Y todo ello sin detrimento de otras producciones (leche, horticultura...), pues en el rural gallego hay campo para todo. Tenemos demasiados recursos ociosos. ¡Como si fuéramos ricos!