Travesía a nado entre los castillos de A Ameixenda y Corcubión

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Los tres nadadores, al término de la travesía.
Los tres nadadores, al término de la travesía.

Tres hombres emplearon una hora en cubrir a brazadas los casi 3 kilómetros

20 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

De vez en cuando se celebran travesías a nado en las aguas de la Costa da Morte. Es conocida la de Malpica-Sisargas, por ejemplo, que este verano ha llegado a la cuarta edición. O la de la puerto de Caión. O aquella que habían protagonizado un par de chavales entre Muxía y Camariñas. Y alguna más.

Sin embargo, no consta que se haya realizado una que reúne elementos paisajísticos, históricos y legendarios, y que ha empezado de una manera particular, entre un grupo de amigos, pero que puede crear escuela: cruzar la ría de Corcubión, saliendo del castillo del Cardeal, llegando al que está al otro lado, el el Príncipe, y regresando al corcubionés. En total, 2,9 kilómetros.

El sábado, Pedro Blázquez Fragoso y José Luis Vázquez Pérez-Coleman, ambos abogados coruñeses, junto al estudiante zamorano Héctor Hidalgo Arévalo, lo hicieron. Comenzaron sobre las 12.30 del mediodía, y 68 minutos más tarde, estaban de vuelta. Sin incidencias, con la satisfacción de la prueba conseguida, y entre los aplausos y las felicitaciones de los amigos y los acordes del Himno del Antigo Reino de Galicia, interpretado por Antonio Quintela, gaiteiro de A Ameixenda, perteneciente al grupo Fumes do Cal. Un vecino de la orilla de enfrente.

Todo esto comenzó hace un tiempo, no mucho. Los dos letrados son muy aficionados a la natación. En una comida, el corcubionés Carlos Rey, amigos de ambos, promotor de numerosas actividades asociativas y culturales en la localidad desde hace años, les propuso abrir esa vía, en una entorno paisajístico espectacular, y además uniendo simbólicamente las dos fortalezas del siglo XVIII, que en su origen tenían como evidente misión defender a cañonazos, de fuego cruzado, las incursiones enemigas hacia el fondo de la ría. Además de las balas, cuanta la leyenda que una cadena, amarrada a ambos lados, cooperaría en esa función disuasoria. Puede ser: tal vez una expedición submarina con similar trayecto disipe de una vez las dudas. Aunque en este caso, como los mouros de los castros, es mejor que algunas se mantengan vivas.

Los tres nadadores tuvieron suerte con el mar, calmado, aunque menos con el agua, más fría que templada. Y, sobre todo, contaban con la garantía, además de sus propias fuerzas, de una lancha de apoyo que los acompañó en todo momento. No hizo falta su auxilio, y al final sus ocupantes (entre ellos, el propio Rey) disfrutaron de la navegación y de una manera más descansada que la de los deportistas. También lo hicieron los que aguardaban junto a la preciosa cala situada unos metros más abajo del castillo corcubionés, a la que se accede por unas escaleras. Una de ellas, por cierto, de A Ameixenda, y recordaba ayer que, hace años, los jóvenes de la parroquia sí solían nadar hasta ese punto, pero que regresaban a casa generalmente en coche, o en lancha. No completaban la ida y vuelta.

Por un momento el grupo se planteó acudir hasta A Ameixenda para darles ánimos en su primera fase a nado, opero vista la velocidad de los acontecimientos, prefirieron esperar.

iniciativa original

Dos letrados de A Coruña y un joven de Zamora cumplieron su original reto