El Club Náutico de Camariñas lleva meses atravesando un duro temporal a pesar de que su sede reside en un lugar al que las aguas suelen llegar mansas y sumisas. Los líos internos de la entidad alcanzaron tal virulencia en algunos momentos que han acabado en los tribunales, y aún seguirá por bastante tiempo. También la sociedad camariñana se ha visto influida por la guerra promovida por las dos facciones del náutico, que fue creado para el goce y disfrute de los naturales del lugar, sus invitados y todos aquellos viajeros del mundo que se acercasen por sus instalaciones y recabasen sus servicios. La marejada fue de tal calibre que incluso ha hecho saltar por los aires la unidad del PP de Camariñas, mientras los socialistas disfrutan desde la barrera de la suerte que tienen de que los miembros del partido de la oposición se ocupen en guerrear entre sí en vez de hacerle la vida política más difícil. Rego, líder conservador, fue expulsado del paraíso del náutico, pero no parece dispuesto a dejarse ahogar. A los directivos aún les queda una dura travesía antes de alcanzar la costa de la paz y de reconstruir lo que costó dos decenios levantar.