Una marea negra en el decenio del «Prestige»

La Voz

CARBALLO

18 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace hoy justo diez años, el fuel caldoso chapoteaba las peñas de O Roncudo y Man lloraba desconsoladamente a la puerta de su chabola mientras una gran masa humana paseaba por Camelle en una tarde de domingo gris y de turismo de desastre. Mientras unos se angustiaban porque veían su futuro negro como el chapapote que ponía en peligro su medio de vida, algunas pandillas comían pipas plácidamente mientras hablaban de la novedad sin parecer advertir el nauseabundo hedor a contaminación. Pasaron diez años desde que empezó a salir hidrocarburo a borbotones de la bañera del Prestige. El mar iba pintando a lengüetazos las playas y las piedras y el futuro en la Costa da Morte se volvía del mismo color que el combustible derramado. A la par que la indignación popular, que se puso de manifiesto en las calles, vinieron la marea blanca solidaria con 300.000 voluntarios para limpiar la peste, el Ejército, las Administraciones, organismos y entidades diversas que aportaron dinero, y el Finisterre estaba presente en los medios de comunicación del mundo entero. Y mientras unos aseaban arenales y acantilados, otros lo comentaban en los bares mirando la televisión o jugando a las cartas. Más tarde llegó el Plan Galicia, con inversiones en vías de comunicación, puertos, polígonos industriales, paseos marítimos, áreas de recreo, subvenciones para empresas y otras mejoras. Hubo planes de dinamización y en cierto modo llegó dinero a espuertas y gastos con dudoso control. Es innegable que la comarca está mejor comunicada ahora, aunque seguimos sin autovía. Hay nuevas lonjas, zonas de atraque amplias, un muelle comercial de Cee con grandes expectativas. También hay el suelo industrial que antes no había, pero llegó tan tarde que la crisis lo hizo inútil y ahora los terrenos están a tojales, a los que solo les disputan el espacio los plumachos que empiezan a invadirlo todo. El Don Inda surca la Costa da Morte de Norte a Sur a diario y el radar de Dumbría controla los buques contaminantes, pero el helicóptero de Cee no puede salir por la noche. Además lo pusieron en un lugar donde suele haber mucha niebla. Un error de cálculo que puede resultar fatal un día de desgracia, que tienen la muy mala costumbre de llegar sin mirar antes las condiciones climatológicas.

Transcurrieron diez años y la Costa da Morte vive otra marea negra, pero en este caso económica. Un territorio volcado en la construcción y los talleres de costura sufre más que ningún otro de Galicia la explosión de la burbuja inmobiliaria y bancaria. La crisis, el paro y emigración asolan el Fisterra como en los peores tiempos. Transcurrieron diez años de la crisis medioambiental del Prestige y se tiene la sensación de que no se han aprovechado las oportunidades en todo este tiempo. Ha faltado criterio y agilidad administrativa. Ha habido demasiada confrontación política y escasos consensos. Pasó un decenio y cabría preguntarse si se sabe qué respuesta dar ante un caso similar. Hay tan poco interés que no ha habido ni un solo acto de recuerdo y análisis en la comarca.